2 de septiembre de 2015

NUESTRO MAR AZUL (LEYENDA BALEAR)


¿De donde proviene ese matiz azul oscuro que lucen las aguas del mar? ¿De dónde esos cálidos tonos rojizos? Esta es la leyenda:

Más alto que los pinos, más que las rocas de un gran acantilado, se levantaba un gran castillo rocoso, en donde Eril de Fox, guardaba noble y leal fidelidad al buen rey D. Jaime II, vigilando desde aquella altura, con sus hombres de armas, el reino isleño del preclaro Monarca.

Eril de Fox, león en la pelea, implacable con el enemigo, era todo ternura, en los pocos momentos de ocio de su vida guerrera; y esa ternura la consagraba a Ermesenda, su hija de ocho años, fruto de su matrimonio con una noble dama aragonesa que murió cuando la pequeña nació. La niña vivía en lo alto de la torre del castillo.

Ermesenda tenía los ojos azules profundos y puros, como el mar inmenso, el cabello rubio como el oro. Era bellísima, y cuando creció, los más apuestos galanes se disputaban su amor. Por ella se luchaba en justas y torneos.

Ella pasaba sus largas soledades en el castillo, hilando en el torno de finas y olorosas maderas, leyendo sus libros, o extasiándose mirando las preciosas vistas que su vista abarcaba desde las ventanas de la torre del castillo. También le gustaban las flores y recogía flores de breñal, flores de estepa, pequeñas margaritas, lirios azules…

Berenguer de Riba, el joven paladín de las huestes reales, conocía el amor de Ermesenda por las flores, y con más ahínco que ninguno anhelaba poder satisfacer ese capricho de la joven, ya que ella mostró más de una vez una preferencia por él.

Una mañana decidió no parar hasta reunir para Ermesenda, un ramo de lirios silvestres que crecían en el borde del inmenso acantilado, en un saliente de la roca que formando una rampa inaccesible se extendía sobre el inmenso abismo. Lo arriesgado, haría valorar a Ermesenda el profundo amor del joven por ella. Berenguer, fracasó, cayó por el acantilado y murió. Ella desde su ventana, lo vio todo. Vio caer a Berenguer de peñasco en peñasco hasta el mar, con los lirios azules en su mano.

Puede que por esa razón, y en recuerdo de ese trágico suceso, cuando nace y se pone el sol, el mar luce unos tonos sangrientos, y tiene los matices de un lirio azul.

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