7 de septiembre de 2015

CONSPIRACIONES DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


Durante la Segunda Guerra Mundial, todas las naciones implicadas ponían en marcha sus conspiraciones. Gran Bretaña, Alemania, la Unión Soviética y Estados Unidos se llevaron la palma en cuanto a maquinaciones.

En Gran Bretaña, los científicos, pusieron en marcha unas ratas explosivas. Un oficial del cuerpo se hizo pasar por universitario y consiguió ratones de un proveedor de Londres. La idea era despellejarlas, abrirlas para llenarlas con explosivo plástico y volverlas a coser para después utilizarlas en los trenes o en las bases militares nazis, colocándolas cerca de las calderas junto al carbón.

Creían que cuando los nazis las vieran, las tirarían al fuego y explotarían. No tenían demasiado explosivo, pero las altas temperaturas, lograrían una buena explosión. Las ratas se despellejaban, se llenaban con explosivo plástico y se volvían a coser.

En realidad nunca se usaron. Un contenedor lleno de ratas muertas fue interceptado por los nazis y descubrieron la trampa. De todas maneras, les hizo perder mucho tiempo, obligándoles a que el personal buscara más ratas, pensando que la Europa continental podría estar infectada de ratas explosivas.

Otra de las tretas de los ingleses fueron los cigarros incendiarios. Insertaban un pequeño perdigón incendiario y lo colocaban cerca de un extremo para que los agentes supieran donde estaba. Según el extremo por el que se encendía les daba más o menos tiempo antes de la explosión. Por un lado uno o dos minutos, por el otro tres o cuatro minutos. La llama duraba unos cinco segundos.

A los agentes se les avisaba que no enterraran el cigarrillo porque corrían el riesgo de que no se encendiera. El oxígeno era lo importante de este invento. Estos cigarrillos se escondían en paquetes que parecían los normales. Llevaban incluso el sello del gobierno (sello del impuesto) en el paquete. Al ser pequeños y fáciles de esconder, fueron muy útiles para los agentes especiales.

Los polvos pica-pica fueron una herramienta muy potente, no era letal pero despistaba al enemigo. Se fabricaban a partir de semillas y se escondía en lata de polvos de talco para que pudieran viajar sin ser descubiertos.

Los agentes los esparcían entre la ropa del enemigo y si se ponían en la ropa interior, el efecto era mayor. Según parece, los primeros que utilizaron eran tan fuertes que podían dejar a las víctimas ciegas si les entraban en los ojos.

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