CONSTANTINOPLA
A mediados del siglo VII a. C. los habitantes de Megara fundaron la colonia de Calcedonia en la ribera asiática del Bósforo. Un tiempo después otro grupo megario, al mando de Biza, fundó frente a Calcedonia, en la orilla europea del estrecho, otra ciudad o colonia que, tomando el nombre de su jefe se llamó Bizancio.
Esta ciudad tomó gran fama cuando en el año 324 Constantino la eligió como lugar destinado para la capital del Imperio. Bizancio presentaba muchas facilidades para la defensa y era una buena plataforma para la distribución de hombres, armas y víveres hacía cualquier lugar del Imperio. La mayoría de los productos alimenticios y comerciales procedían de las regiones africanas o asiáticas.
El 4 de noviembre del 326, después de la aprobación de los astrólogos (el sol estaba en el signo de Sagitario y Cáncer rigiendo la hora), el emperador, vestido del blanco, según la tradición del Lacio, y gobernando un arado tirado por bueyes, trazó el perímetro de la ciudad, y lo hizo enorme, gigantesco.
El contorno lo hizo inmenso. A partir de ese momento se reclutaron trabajadores, además de movilizar gran cantidad de esclavos y mil soldados godos. Prometiendo fabulosos descuentos comerciales y fiscales a quienes se instalasen en la nueva ciudad y colaborase en su construcción.
Los más bellos monumentos de Roma, Antioquía, Atenas, Éfeso, Alejandría, etc., eran desmantelados para ser enviados a Bizancio. Se construyeron multitud de iglesias, respetándose los templos paganos. Se hizo todo tan colosal, que el perímetro que parecía enorme, se quedó pequeño y lo tuvieron que ampliar.
El 11 de mayo de 330, a la hora señalada por los astrólogos, se inauguró la nueva ciudad: Constantinopla. Tenía siete colinas, catorce regiones o barrios, foro, hipódromo, circo, capitolio, senado, etc. Su territorio era considerado romano, así que, exento de impuestos.
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