PROSTITUCIÓN EN BABILONIA
En el Antiguo Testamento se castigaba especialmente a las mujeres, y los hombres, que se prostituían en los santuarios en honor de los dioses (prostitución cultural). Se les llamaba “Hieródulos”, que en los santuarios de Isis e Ishtar (diosa babilónica del amor) en Egipto y Babilonia, pero principalmente en los santuarios de Astarté de los caraneos, se dedicaban a la prostitución religiosa en el templo. Los muchachos recibían por sus servicios, limosnas para la diosa; y las muchachas recibían dinero, que lo ofrecían al santuario.
En Babilonia el ser prostituta no era ninguna deshonra. Cuando reinaba Hammurabi (1810 a. C.-1750 a..C.), sobre el 1750 a. C., en los templos había cortesanas que servían de intermediarios entre los fieles y la divinidad. Esta prostitución sagrada tenía su origen en los ritos de la fecundidad.
Heródoto de Halicarnaso (484 a. C.-425 a. C.), historiador y geógrafo griego decía: “Toda mujer debe, por los menos una vez en su vida, ir al templo y entregarse a un desconocido. No puede volver a su domicilio hasta que un hombre haya depositado una moneda de plata en su regazo y se la haya llevado a acostarse con él. La mujer no tiene derecho a escoger, tiene que seguir a quien le ha dado la moneda. Cuando ella se ha acostado con él ha cumplido ya su deber para con la diosa y puede volver a su casa. Las mujeres hermosas pueden volver en seguida a su domicilio pero las feas o mal formadas deber esperar mucho tiempo antes de poder cumplir con las obligaciones impuestas por la ley. Algunas, tres o cuatro años”.
Las prostitutas sagradas estaban clasificadas como harimtu, que era una cortesana semisagrada, la gadishtu sagrada, y la ishtaritu, que estaba consagrada a la diosa Ishtar. La ley ordenaba que una prostituta no podía llevar velo ni cubrir su cara como las demás mujeres, ni tampoco podía cubrirse la cabeza.
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