En la Isla de Pascua (Valparaíso, Chile) se alzan unos 600
moáis. Se trata de unas estatuas esculpidas en piedra volcánica, que se extraía
de la cantera del volcán Rano Raraku. Casi todas miden 4 metros de altura, el
moái Paro mide 10 metros y pesa 85 toneladas.
Los ojos los fabricaron con coral la esclerótica (blanco de
los ojos), las pupilas son de obsidiana negra.
Se caracterizan por tener la frente aplastada, la barbilla
puntiaguda y las orejas alargadas, dos de ellos no la tienen. La mayoría son
hombres, algunas son mujeres y se las reconoce por tener pechos.
Algunos de ellos llevan un cilindro de piedra roja colocado
en la cabeza, puede representar un sombrero, un tocado o el pelo.
Según las investigaciones, se esculpían directamente en la
roca de la cantera. Se excavaban trincheras para ayudar a los canteros a
acceder mejor, estos canteros, cincelaban la figura hasta que sólo la espalda
unía el moái a la roca.
Para terminar, cortaban la piedra, separándola de la pared y
se hacía descender la estatua, ayudados con cuerdas hasta dejarla de pie en las
laderas inferiores, donde terminaban de esculpirla. Para todo el proceso
utilizaban para esculpir una herramienta llamada toki, que era uno pequeño pico
de basalto.
Según los expertos estos moáis representaban a jefes
fallecidos o a dioses.
Cuenta la leyenda del lugar que, en el año 474 de nuestra
era, 300 hombres, llamados orejas largas, desembarcaron en la isla, después de
un largo viaje en barco de 120 días desde el este.
Después de veinte generaciones, los orejas cortas, que eran
los indígenas de la polinesia, llegaron y fueron esclavizados por los orejas
largas, haciéndolos trabajar en la construcción de las estatuas moáis.
En el siglo XVIII los orejas cortas se sublevaron contra los
orejas largas, derrotándolos y haciéndoles desaparecer de la historia.