LA NIÑEZ DE THOMAS ALVA EDISON
Thomas Alva Edison (1847-1931) reveló desde muy pequeño que
sería un personaje importante por su curiosidad científica. Cuando tenía 12
años se marchó de su casa en Milan (Ohio) a Detroit en el ferrocarril Grand
Trunk, en las estaciones por las que circulaba el tren vendía caramelos y
prensa.
Los empleados y jefes de la estación de ferrocarriles le
permitieron instalar en un vagón un laboratorio una imprenta, que le servía
para elaborar una hoja periódica a la que llamó “Weekly Herald”, imprimía 400
ejemplares.
Un día rompió una botella que contenía fósforo, lo que
ocasionó una explosión seguida de un incendio, así que lo echaron del vagón. Un
tiempo después intentó subirse a un tren en marcha, se quedo colgando y no
llegó a caer gracias a un empleado del tren que los cogió de las orejas y lo
salvo. Eso le provocó a Edison una lesión en los oídos internos que lo dejó
sordo para siempre.
En 1862, al observar a un niño que jugaba en las vías en el
momento en que se acercaba un vagón de mercancías, logró poner al niño a salvo.
El padre del niño en agradecimiento, al no poder hacerlo de otra manera, le enseñó
el código Morse. Edison tenía 15 años.
En poco tiempo se convirtió en uno de los telegrafistas más
rápidos del país. Años después se lo enseñó a su mujer, y de esta manera pudo
asistir al teatro y a otros eventos, ya que su esposa le hacía de intérprete dándole
unos pequeños golpes en las manos.
Se marchó a Boston en 1868 donde trabajo, una vez más, de
telegrafista. En sus ratos libres, diseñó y patentó un dispositivo para registrar
los votos del Congreso, no lo consiguió vender. En 1869 se traslada a Nueva
York empezando a trabajar de telegrafista en una oficina de inversiones de Wall
Street. En ese momento empezó en serio su carrera de inventor. Tenía una gran
capacidad para inventar cosas útiles que le daban muchos beneficios.
En una ocasión intentó venderle a una gran empresa un
indicador eléctrico y automático de cotizaciones de bolsa. En el momento de establecer
el precio, Edison no sabía si pedir 3.000 dólares o 5.000, entonces le pidió al
presidente de la empresa que le hiciera una oferta. – ¿Le parece bien 40.000
dólares? Le contestó el directivo. Entonces el entendió que el pudor no le iba
a ayudar en los negocios.
Llego a patentar unos 1.500 inventos. Uno cada quince días (cuando era adulto).
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