MIRANDO AL CIELO-2
Los radiotelescopios son en la actualidad más importantes que los telescopios comunes de luz. El primero lo construyo sin darse cuenta el ingeniero K. G. Jansky, empleado de la compañía de teléfonos Bell, para localizar la estática en los aparatos telefónicos. Por accidente, en 1931, detectó ondas de radio en el espacio. El segundo radiotelescopio lo construyó, en 1938, un aficionado, Grote Reber, en el patio de su casa en Wheaton, Illinois. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando los astrónomos profesionales empezaron a estudiar todo de los radiotelescopios.
Los astrónomos clasifican las estrellas por su espectro, al que han designado letras. Al clasificar las estrellas según la disminución de temperatura, el espectro se tendría que haber designado: O, B, A, F, G, K, M, R, N y S. para recordar más fácilmente este orden, inventaron un truco nemotécnico: “¡Oh!, ¡sé una buena chica; bésame ahora mismo, dulce novia!. En ingles: Oh! Be a Fine Girl; Kiss Me Right Now Sweetheart!.
Un irlandés, aficionado a la astronomía, el conde de Rosse, construyó un telescopio con lentes de 1,83 metros de diámetro, al cual llamo El Leviatán, y fue el telescopio más grande de su época. Pero como lo construyó en Irlanda, no pudo usarlo casi nunca, porque el clima de este país es muy malo.
El óptico alemán Joseph von Fraunhofer, construyó unos telescopios de refracción en el siglo XIX. Descubrió líneas oscuras en el espectro solar, fundando la importante ciencia de la espectroscopia. Realizó estudios muy importantes sobre la refracción de la luz y fue un científico de primera dimensión. A pesar de ello, como no tenía educación universitaria, no se le permitió nunca hablar en los congresos científicos.
Como el mejor telescopio del mundo, y en la más favorable de las circunstancias, sería imposible distinguir en la Luna un objeto de un diámetro menos de 800 metros.
Durante la Segunda Guerra Mundial era posible observar con claridad la Galaxia de Andrómeda, por la siguiente razón: Los Ángeles debía permanecer en oscuridad absoluta para evitar los bombardeos, y ello hacía posible que el telescopio del Monte Wilson, cerca de los Ángeles, pudiera usarse a su máxima capacidad en unos cielos completamente oscuros.
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