MATÍAS Y EL MUÑECO DE NIEVE
Matías era un niño que se sentía muy solo, no tenía hermanos, sus amigos vivían lejos, sus padres estaban muy ocupados con sus quehaceres diarios y los preparativos de la Navidad. Estaba aburrido y decidió pasar el día jugando en la nieve del jardín de su casa. No sospechaba que precisamente el su jardín encontraría a su nuevo mejor amigo.
Empezó moldeando dos bolas de nieve, que colocó encima de otra, parecía que estaba fabricando un cuerpo con cabeza. Arrancó dos ramas secas de un árbol y los colocó haciendo unos brazos. El muñeco de nieve parecía casi humano, para terminar su obra de arte, fue a su habitación y cogió su bufanda de colores, su gorro de lana, botones del costurero de su madre, que harían de ojos, un peine de su padre, que haría de boca y una zanahoria que sería la nariz.
Cada vez que colocaba un nuevo detalle a su muñeco de nieve, más deseaba tener un amigo para jugar. Al terminar se sorprendió al ver que su muñeco había cobrado vida y le sonreía.
El niño se sintió feliz, ese era su mejor regalo de Navidad. En ese momento, Matías, comprendió que si se desea algo con todas tus fuerzas, se acaba cumpliendo. Empezó a pensar como llamaría a su nuevo amigo, que no paraba de jugar con la nieve y correr por el jardín. De repente tuvo la genial idea de llamarlo Copo de Nieve. Al muñeco le encantó su nombre y siguió jugando con Matías.
Cuando empezó a terminar el invierno, los padres de Matías lo ayudaron a trasladarlo a un parque cercano al que daba la sombra durante todo el día. Allí esperaba impaciente Copo de Nieve a que Matías y sus amigos lo visitaran. Ellos lo visitaban a diario, sobre todo en la Navidad.
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