LOS DOCE COMENSALES DE JEAN ANTHELME BRILLAT-SAVARIN
Jean Anthelme Brillat-Savarin (1755-1826) fue uno de los primeros escritores gastronómicos de la historia. Antes que él sólo se habían escrito dos libros de cocina, se habían redactado recuerdos sobre gastronomía, pero no un libro completo dedicado exclusivamente en cocina y comida.
Brillat-Savarin en una de lo que él llamaba “Meditaciones”, decía que en una mesa el número de comensales no debía sobrepasar los doce.
Según él, tenía su explicación, ya que siendo doce, o menos, un comensal colocado en la punta opuesta de una mesa se le oía desde la otra punta sin que tuviera que elevar la voz. Eso era muy agradable, facilitaba la conversación general y podían enterarse de lo que decía el más interesante. Siendo muchos comensales, se tenían que resignar cada uno con la conversación de su vecino.
Además al intervenir en la conversación no se debía acaparar la atención del auditorio, si no era por poco tiempo. Decía, que es mucho más difícil saber escuchar que discursear, y se debe pensar siempre que cada cual no es interesante nada más que para uno mismo.
El comensal “ocurrente” suele ser un poco temido en comidas limitadas, en cambio, presenta muchas ventajas cuando el anfitrión teme que pueda languidecer la conversación, y más aún si se producen esos silencios tan difíciles de cortar. Esos silencios se producen cuando los comensales no se conocen, por lo cual se ha de tener mucho cuidado para emparejar los invitados, cuidando de que tengan gustos similares, aficiones idénticas y amigos comunes.
Otra ventaja de limitar a doce los comensales es que se descarta así el fatídico número trece. Pues aun cuando se invite con anticipación siempre fallará alguno al final, y que no se diga, que el número trece es una superstición olvidada, las supersticiones perduran.
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