2 de marzo de 2021

VAMPIRISMO

 

El vampirismo se manifestó muy temprano en la historia, lo que no sorprende si pensamos en las poderosas virtudes atribuidas normalmente a la sangre y el temor a la cólera de los difuntos, que se trata de apaciguar mediante ofrendas. La perfecta conservación de algunos cadáveres contribuyó al desarrollo del mito.

El panteón asirio posee varios demonios chupadores de sangre, entre ellos la maléfica Lilith. Los griegos hablan de las sombras de la casa de Hades, dios de los infiernos, y los romanos tienen a Lamia, la vampiro maligna que vampiriza a sus víctimas y devora los fetos.

En el siglo XI se encuentra la primera mención oficial del vampirismo en Occidente, después de lo cual el tema tiene un desarrollo prodigioso. Así, en el siglo XII, en Inglaterra, se reconoce que estas criaturas son tan numerosas que hay que quemarlas para apaciguar el clamor popular. En Hungría, la condesa sangrienta, Elizabeth Bathory (1560-1614), habría mandado asesinar centenares de mujeres jóvenes para beber su sangre y bañarse en ella a fin de preservar su célebre belleza de los estragos del tiempo.

A partir de 1730 un extraño fenómeno, iniciado en Grecia, se extendió por toda Europa central: se profanaban tumbas en serie. Los cadáveres, sospechosos atravesados por una estaca y sus cuerpos quemados. El ejército debió intervenir. Varias obras tratan este tema, entre ellas, una muy crítica, de religioso benedictino francés Dom Augustin Calmet. La mezcla de pasión y miedo es tal que Voltaire escribió en su Diccionario filosófico (1764): “No se escuchó hablar más que de vampiros de 1730 a 1735”.

Aún hoy, alimentado por el cine de terror, el mito fascina y marca la personalidad de asesinos sanguinarios como Peter Kürten, apodado el Vampiro de Dusseldorf. Vlado Makaric, Kuno Hoffman, o la de los miembros de extrañas sectas llamadas vampíricas.

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