EL TÉ EN RUSIA
Unos cosacos que habían estado en China, proclamaron las excelencias del té, pero no llegó a Rusia hasta que en 1618 el embajador chino regaló al zar Alexis varios cofres de té, pero su consumo quedó limitado a la Corte y ocasionalmente a algunos miembros de la nobleza porque los productos chinos no llegaron a Rusia hasta que se firmó el Tratado de Nerchinsk, por el que se establecieron las fronteras entre los dos países y se inició el comercio con cierta regularidad.
Los chinos exigieron que las transacciones se realizasen exclusivamente en el puesto fronterizo de Usk Kayaktha, que dista 1000 kilómetros de Pekín y 5000 de Moscú. Para llegar allí había que transportar la mercancía a lomos de mulas hasta donde era posible, para sustituirlas por camellos al llegar al desierto del Gobi.
La travesía era dura y por las noches había que acampar y encender hogueras para combatir el frío. El humo que producían impregnaba el té, que al llegar a destino tenía un sabor ahumado muy apreciado por los rusos.
Cuando llegaban a su destino se producía el intercambio, sobre todo, de pieles rusas por té y seda china. Según cuentan, se tardaba más de un año entre la ida y la vuelta desde la frontera hasta las zonas productoras de té. Las consecuencias eran que el producto era muy cara y solamente asequible por los más ricos. La construcción del ferrocarril transiberiano en 1880 permitió la disminución de los precios. Desde ese momento, los rusos se convirtieron en grandes consumidores de té.
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