LA VIDA EN LA PRISIÓN DE COLDITZ
Colditz fue una prisión militar para oficiales, el Oflag IV-C. Sus muros altos y anchos y su ubicación, creían que era el lugar idóneo para este tipo de prisioneros, no era así, la fortaleza estaba llena de buhardillas, pasadizos y bodegas con mil rincones para vigilar. Además los presos eran expertos en fugas. Con el tiempo supieron que no había sido muy buena idea reunirlos allí.
Los prisioneros estaban confinados en el interior de la fortaleza, en las dependencias que rodeaban el patio de armas. Los setenta soldados de la Wehrmacht, muy veteranos o no aptos para el frente, ocupaban las dependencias que daban al patio exterior.
Los prisioneros tenían acceso al parque del castillo dos horas diarias para hacer deporte, pero la mayor parte del tiempo lo pasaban recluidos en sus estrechas estancias y en el patio de armas, un lugar triste y sombrío, donde solo se podía ver el cielo mirando hacia arriba por el poco sitio que dejaban los edificios que lo circundaban. Ello produjo que varios soldados terminaran con enajenación mental.
La mejor forma de pasar el tiempo y no volverse loco era estar ocupado. Para combatir el aburrimiento destilaban alcohol en alambiques ocultos, organizaban campeonatos deportivos, actuaciones de teatro de marionetas. En Navidad montaban obras musicales y teatrales. Aprovechaban la costura de la ropa para esas actuaciones para confeccionar ropa civil que les venía muy bien para las fugas. La principal actividad era soñar con escapar. Se sabían al dedillo los cambios de guardia, los rincones del castillo, se confeccionaban uniformes militares, etc.
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