LA IMPOTENCIA A TRAVÉS DE LA HISTORIA
Durante todas las épocas ha existido una preocupación por la
impotencia masculina. Los antiguos griegos aplicaban en el pene, el ano y el
interior de los muslos una mezcla de aceite y pimienta en polvo, frotando toda
la zona con una manopla de ortigas. No se sabe si les funcionaba. Para los
romanos, el impotente estaba envuelto en un aura pecaminosa y contaminaba a
quienes vivían con él.
También los chinos se han preocupado por el tema. El “elixir
dorado” buscado por los alquimistas taoístas para alcanzar la inmortalidad
estaba relacionado con el rendimiento sexual del hombre. Los boticarios
ambulantes de la antigua China disponían de una gran variedad de medicamentos
que incluían desde sangre de serpiente, que los ancianos debían beber en copas
de cristal, sopas de aletas de tiburón, hasta nidos de golondrinas, ya que
construían sus nidos cuando sus glándulas salivares secretaban sangre. Hoy en
día, en los herbolarios chinos se venden láminas de cuernos de ciervo para
estimular la potencia sexual.
En el mundo islámico medieval, los médicos, fueron los
primeros en recetar medicamentos para tratar este problema. Se trataba de la
combinación de medicamentos y alimentos. Estos medicamentos, la mayoría de las
veces, eran drogas. Algunos de estos médicos que probaron estos medicamentos,
desde el siglo IX hasta el siglo XVI, en sus
fueron: Muhammad Ibn Zarariya Razi, Thabit bin Qurra,Ibn Al-Jazzar,
Avicena, Averroes, Ibn al-Baitar y Ibn al-Nafis.
En la Edad Media, la ausencia de erección se achacaba a los
hechizos del diablo. Esto era causa de la disolución del matrimonio. Muchos, y
en distintas épocas, fueron los que aprovecharon esa causa para deshacer sus
matrimonios: el rey francés Felipe Augusto para quitarse de en medio a la reina
Ingeborg; el papa Borgia para deshacerse de su yerno Giovanni Sforza y casar a
Lucrecia, su hija, con Alfonso de Aragón, etc.
Enrique IV de Trastámara, hermanastro de Isabel la Católica,
llegó a enviar emisarios a África para conseguir el cuerno del unicornio, ya
que en la Edad Media se creía que era milagroso contra las disfunciones
sexuales. De lo único que le sirvió fue para pasar a la posteridad con el
sobrenombre de “El Impotente”.
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