EL MITO DE PIGMALIÓN
Pigmalión se enamoró perdidamente de esa figura de marfil. El
rostro de la estatua era el de una virgen, parecía que tenía vida y que sólo le
faltaba moverse. A Pigmalión se le encendió el deseo de poseer aquel cuerpo. Lo
tocaba con la mano, dudando si era marfil o carne lo que sus dedos tocaban, la besaba
y creía que le devolvía el beso, le hablaba, la abrazaba.
El día de la fiesta de Venus, Pigmalión le pidió a la diosa
que le diese una mujer igual que la figura de marfil. La llama de la hoguera de
los sacrificios se encendió de manera milagrosa,
eso significaba de que la diosa accedía. Pigmalión corrió a casa, se arrojó
sobre la figura tendida en la cama y la cubre de besos. La figura empezó a
entrar en calor, se empezó a ablandar. De repente Pigmalión se dio cuenta de
que lo que tenía delante era un cuerpo flexible… Era real.
Al cabo de nueve lunas, la mujer dio a luz una niña, le
pusieron el nombre de “Paphos”, quien, a su vez se lo dará a la isla de Chipre,
reino de Afrodita. No se conoce el nombre de la heroína del mito, la
estatua-mujer.
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