19 de abril de 2014

DARWIN Y SU GRAN TRAVESÍA A BORDO DEL BEAGLE


En el año 1831 Charles Darwin (1809-1882) recibió una inesperada carta de su profesor de botánica, John Stevens Henslow. En ella le comunicaba que el barco de Su Majestad Británica “Beagle” iba a realizar un viaje de circunnavegación por las costas de Sudamérica y las islas del Pacífico para hacer un estudio cartográfico. Necesitaban un experto en historia natural que se encargase de su estudio durante el viaje, el profesor Henslow recomendó a Darwin para la trabajo.

Darwin estaba ilusionado por la oportunidad de ese viaje, pero tenía miedo a la oposición de su padre, Robert Darwin, que tenía miedo de perder a su hijo, como tantos jóvenes que se lanzaban a la aventura durante los días del Imperio colonial británico y no volvían. Lo ayudó a convencer a su padre, su tío Josia Wedgwood. Después de pasar distintas pruebas con el capitán del Beagle, Robert FitzRoy, dos meses después embarcó.

El Beagle no era un barco muy grande ni muy seguro. Era un bergantín de 242 toneladas, 10 cañones y 25 metros y medio de eslora. Compartía el camarote, muy pequeño, con el capitán FitzRoy. La tripulación la formaban unos setenta hombres. El viaje sería muy largo. La angustia, por el viaje, llegó a producirle taquicardia, pero estaba decidido a seguir adelante con la aventura.
El 27 de diciembre de 1831, el Beagle zarpó del puerto de Plymouth rumbo a las islas Canarias y de allí se dirigió a la isla de Santiago, en Cabo Verde. En este viaje, Darwin, esperaba sacar sus propias conclusiones sobre las teorías que existían acerca de la historia de la geología y de la aparición de las especies.

Durante su estancia en la isla de Santiago, pudo poner a prueba sus conocimientos de geología. Estableció una rutina de trabajo muy duro. Salía de excursión para observar las formaciones geológicas de distintos lugares, recogía minerales, fósiles, animales, plantas, etc. Todo lo anotaba, y al final del viaje tuvo un extenso diario.

Desde Cabo Verde el Beagle partió a Brasil. Después comenzaron dos años de constantes viajes por las costas occidentales y orientales de Sudamérica. En Argentina, después de varios problemas con las autoridades (con el dictador Juan Manu el de Rosas), se adentró en Tierra de Fuego, donde observó a los indígenas y su entorno durante varios días. En la Pampa Argentina encontró fósiles de gigantescos mamíferos extinguidos. En las islas Galápagos encontró distintos tipos de pájaros pinzones y tortugas. Recabó muchísima información y continuaron el viaje hasta llegar a Australia.

La travesía duró cinco años, el 2 de octubre de 1836 el Beagle fondeó en Inglaterra, para Darwin fue una experiencia inolvidable. Durante la travesía envió periódicamente muestras de todo lo que recogía al profesor Henslow, que difundió entre la comunidad científica.

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