LA ORDEN DEL CÍSTER
En el siglo XII apareció la orden del Císter. Los cistercienses conjugaban la liturgia con el trabajo manual y con el cultivo de la tierra. Los monjes blancos, llamados así por llevar hábitos sin teñir, se extendieron rápidamente por Europa.
El rey Alfonso VII fue un gran protector de estos monjes. En la zona castellana fueron cistercienses los monasterios de Sacramenia, Valbuena, Huerta, La Espina, Rioseco, Bujedo, Matallana, benaviddes, Valdeiglesias, Palazuelos, Herrera, Monsalud… En la zona leonesa los de Valparaiso, Nogales, Sandoval, Carracedo, Moreruela… En la zona gallega, entre otros, los de Osera, Meira, Sobrado, Armenteira. En Aragón, Veruela. En Cataluña, Poblet…
Además de los monasterios masculinos se difundieron los monasterios femeninos, destacando el de las Huelgas de Burgos, fundado por Alfonso VIII. Durante el siglo XIII las fundaciones cistercienses disminuyeron.
Las abadías cistercienses solían estar situadas en zonas alejadas, en parajes solitarios. Los propios monjes cultivaban sus tierras. Sus estatutos les prohibían tener colonos que trabajaban sus dominios. Para ello adoptaron un sistema: los conversos o hermanos legos se ocupaban del trabajo en las granjas. La ganadería también fue importante en su economía.
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