LA LEYENDA DE BELSNICKEL
Santa Claus contemplaba ya cansado la lista de regalos que todavía le quedaban por repartir. Cada año se notaba más cansado y desde hacía tiempo estaba pensando en buscarse algún ayudante. Buscó y los encontró: la doncella de la nieve, la anciana Babushka en Rusia, los 13 hombrecillos en Islandia, Tomte el duendecillo en Suecia y Befana en Italia. Todavía le faltaba encontrar en la zona de Alemania y Austria. Esa misma noche preparó su trineo y fue en busca de ayudantes.
El viejo Belsnickel, esa misma noche, se dirigía a las casas del pueblo para dejar pequeñas figuras de madera talladas por él mismo. Le encantaban los niños, pero ellos le tenían miedo, puede que porque era muy algo, corpulento y con una larga barba blanca y además tenía mucho pelo por todo el cuerpo. A los niños les parecía un ogro.
Belsnickel era muy buena persona, le encantaba ayudar a los demás. Santa Claus lo observaba desde su trineo con mucha curiosidad. Hizo aterrizar sus renos y desde la distancia observó durante largo tiempo como el anciano dejaba los pequeños juguetes de madera en la puerta de algunas viviendas. Llamó al anciano y empezó a hablar con él, proponiéndole si quería ser su ayudante en ese lugar del mundo, el anciano se puso muy contento con el encargo.
La ilusión de Belsnickel podía con todos los años que iba cumpliendo. Desde entonces reparte regalos a los niños alemanes y austriacos. Cuentan que continua quedando de vez en cuando con Santa Claus para tomarse un chocolate caliente y contarse sus aventuras.
‘La leyenda de Belsnickel’ © Fanny Tales 2016
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