ABORÍGENES-3
Algunos de los conquistadores que tuvieron éxito en el Nuevo Mundo lo lograron con la ayuda de los indígenas. Vasco Núñez de Balboa, demasiado pobre para equiparse como un conquistador en toda regla, se escondió en un barril a bordo de un barco con destino a Panamá. Allí, se enamoró de la hija de Careta, cacique de Coiba, se hizo amigo de Panciaco, hijo de Comogre, cacique de Comogra, y con estos jefes indios como aliados, se convirtió en un caudillo de hombres y se abrió paso hasta el pacífico.
La guerra bacteriológica fue utilizada contra los indios de América del Norte por los colonos. Durante la rebelión de Pontiac, en 1763 y 1764, el gran jefe y sus guerreros destruyeron muchos fuertes del ejército británico. En represalia, el general Jeffrey Ainherst y el coronel Henry Bouquet decidieron transmitir la viruela a los aborígenes por medios de dos cobertores infectados y de pañuelos que obtenían los británicos en un hospital.
No había aborígenes americanos precolombinos con sangre tipo B. La sangre de los aborígenes americanos era tipo A o tipo 0, y exclusivamente 0 des de la orilla meridional del último glaciar hasta el Cabo de Hornos, en el extremo meridional de Sudamérica.
Un jefe de la tribu Omaha, Blackbird, fue enterrado sentado sobre su caballo favorito.
El edificio más grande de los indios, pueblo que después se llamó Bandelier, Nuevo México, constaba de tres pisos y tenía más de seiscientas habitaciones.
Los indios son mucho más numerosos ahora de lo que eran en el pasado. Además, ocupan, con más o menos exclusividad, mucha más tierra.
El porcentaje de suicidios entre los indios norteamericanos adolescentes es de alrededor diez veces mayor que el promedio de los Estados Unidos.
El hijo de un miembro de pura sangre de la tribu aborigen Kaw fue vicepresidente de los Estados Unidos: Charles Curtis, bajo el presidente Robert Hoover. Antes de 1929, Curtis había sido diputado y senador por Kansas.
Las mujeres indígenas de Norteamérica atacaban algunas veces a la caballería de los Estados Unidos. Los varones aborígenes frecuentemente entregaban sus prisioneros de guerra a las mujeres para que los torturasen.
En el Hemisferio Occidental había, en 1492, alrededor de 50 millones de indios.
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