HISTORIAS CON NIÑOS-2
Las madres de Franklin Delano Roosevelt y Frank Lloyd Wright estaban convencidas de la futura importancia de sus hijos, antes de nacer. La señora Wright tenía la seguridad de que su hijo sería un niño y que llegaría a ser arquitecto. Antes de que naciera la madre puso sobre las paredes del cuarto infantil alrededor de una docena de grabados en madera de viejas catedrales inglesas. La Señora Roosevelt estaba tan segura que su único hijo sería un gran hombre que guardó y marcó para la posteridad la ropa y los libros escolares de su hijo.
A principio del siglo XIX, cerca de 2 000 000 de niños ayudaban a mover las ruedas del comercio y la industria de los Estados Unidos. Algunos trabajaban en cubas químicas a las dos de la mañana, sin nada de ropa encima.
Según los estudios realizados por el Consejo de Niños, cerca de los medios de comunicación y la publicidad, en los primeros nueve meses de 1975, un niño que hubiera visto la televisión, los fines de semana, en los tres canales principales, podría haber presenciado 3832 anuncios comerciales de cereales, muchos de ellos demasiado azucarados, y 1627 de dulces y chicle. Habría visto, en cambio, tan solo dos anuncios de carnes, aves y uno de verdura y queso.
Hasta 1978 no había nacido un niño en cada uno de los siete continentes del mundo. El último de los siete fue la Antártida, con el nacimiento de Emilio Marco Palma, en una base militar argentina.
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