20 de septiembre de 2021

BUDISMO Y TÉ

 

En el año 495 de nuestra era, Kosjuwo era el rey de la India. Tuvo varios hijos que según iban naciendo tenían menos posibilidades de suceder a su padre, por lo que el tercero de ellos, que se llamaba Bhodi Dharma, y sobre cuya cuna se habían inclinado los dioses para dotarle de numerosas cualidades, decidió meterse a monje, en contra de los deseos de muchas princesas que le deseaban por su gran belleza.

Pronto se hizo experto en los textos sagrados, pero su deseo de perfeccionarse le llevo a hacer la promesa de no dormir nunca, para poder estar toda la noche meditando sobre la forma de difundir las enseñanzas budistas.

Un día estaba tan agotado que se durmió y en su sueño evocó a todas las mujeres que había amado, antes de su dedicación exclusiva a la religión. Al despertar estaba tan apesadumbrado que se cortó los párpados, y en el lugar en el que cayeron aparecieron dos plantas desconocidas.

Masticó las hojas y a partir de entonces ya nunca más se durmió y nada interfirió su dedicación a los textos sagrados, lo que le llevó a difundirlos por todo Japón y tras los discursos religiosos a sus seguidores, les explicaba las propiedades del té. Convenció a los japoneses y el té fu adoptado por el Budismo Zen, que poco a poco se fue implantando en el país.

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