MALOS MUY MALOS-4
La reina Supayalat de Birmania fue la responsable de uno de los asesinatos en masa más atroces del siglo XIX. Ordenó un festín de tres días en palacio, con música estridente para tapar la obra de los verdugos, que mataron a mazazos a cerca de 100 familiares de su esposo, el rey Thibaw. El motivo de Supayalat fue asegurar el trono para su esposo, pero consiguió lo contrario, porque los británicos de Birmania expulsaron al exilio a los reales criminales.
Basilio II de Constantinopla decidió, en 1014, acabar de una vez por todas con una guerra que había durado cuarenta años. Para quebrantar el espíritu de los odiados búlgaros, cegó a la mayoría de los 15 000 prisioneros, exceptuando a 150. Los 150 afortunados perdieron solamente un ojo. Cada 100 hombres ciegos fueron guiados por un conductor tuerto de regreso a Ohryd, capital de Bulgaria, cuyo gobernante, Samuel, había recibido aviso que su ejército estaba regresando. Samuel se apresuró al encuentro de sus hombres, y se encontró ante miles de ciegos indefensos. Samuel padeció un infarto allí mismo, y murió dos días después. Desde entonces a Basilio se le conoció como Bulgaroktonos, o lo que es lo mismo, asesino de búlgaros.
Durante los cien días de la inauguración de los juegos en el Coliseo de Roma, en el año 80 d. C., fueron sacrificados más de 5000 animales, entre ellos leones, alces, hienas, elefantes, etc.
En siglos pasados, la prisión no era un castigo común; una persona era multada, mutilada o ejecutada. Si no tenía dinero para pagar la multa, la amputación de una mano o un pie, y la ejecución, eran las soluciones más fáciles, especialmente porque entonces se daba poco valor a las personas pobres. La mutilación como castigo significaba en la Edad Media una sustitución misericordiosa de la ejecución.
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