CAOS EN LA CALLE BERNERS
El 27 de noviembre de 1809, a las cinco de la madrugada, un deshollinador llegó a la calle Berners, 54, para limpiar las chimeneas del hogar de la señorita Tottenham. La sirvienta abrió la puerta se negó a dejarlo entrar, ya que nadie del hogar había requerido a ningún deshollinador. El joven, sorprendido, se marchó.
Unos minutos después, otro deshollinador tocaba el timbre de nuevo, más tarde otro y otro, y así hasta un total de doce deshollinadores.
Cuando terminaron de llegar los deshollinadores, comenzaron a llegar cientos de carros con carbón. Cuando dejaron de llegar carros de carbón, empezaron los pasteleros con tartas nupciales, seguidos de médicos, curas, abogados, zapateros, pescaderos… Una docena de pianos, seis fuertes hombres con órganos… Dignatarios, incluyendo el gobernador del Banco de Inglaterra, el duque de York, el arzobispo de Canterbury y el lord mayor de Londres.
Las calles estrechas de los alrededores se quedaron congestionadas con el enfado de los comerciantes, vecinos y curiosos. Todo el jaleo de entregas y visitas duró hasta la noche.
Más tarde se supo que un conocido cómico Theodore Hook (1788-1841) había hecho una apuesta con su amigo Samuel Beazley. La apuesta consistía en su promesa de poder transformar cualquier casa de Londres en la que más se hablase durante toda la semana.
Para conseguir su objetivo, había enviado cuatro mil cartas haciéndose pasar por la señorita Tottenham, solicitando entregas, ayudas y visitas. Hook estaba en la casa de enfrente y él y su amigo habían pasado un día divertido con el caos en el que se había convertido el 54 de la calle Berners.
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