LA CULTURA DE ENRIQUE VIII
Enrique VIII no solo era un elegante cortesano y un fogoso atleta que adoraba los caballos, el tenis, la danza y las mujeres. Tenía además una buena formación intelectual y mucho gusto por las últimas corrientes culturales. Conocía bien el francés y el italiano, disfrutaba de la poesía, que a veces el mismo componía, y poseía unos sólidos conocimientos de teología, que le empujaron a escribir un manifiesto contra Lutero y le ayudaron a guiar con mano firme los rumbos de su propia reforma religiosa.
Entusiasta de la música, buen conocedor del arte y coleccionista infatigable. Enrique VIII gastó fortunas a lo largo de toda su vida en construir, amueblar y decorar sus palacios, rodeándose de un tren de vida adecuado a un soberano que, como él, sabía bien cómo acumular prestigio mediante un generoso patronazgo.
A su alrededor encontraron un lugar los humanistas más destacados de la época, incluido Erasmo, y con Tomás Moro llegó a tener una sincera y estrecha amistad antes de que la ruptura con Roma les enfrentara.
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