21 de abril de 2022

THÈOPHILE GAUTIER EN LA CATEDRAL DE TOLEDO


Théophile Gautier fue pintor, dramaturgo, poeta, periodista, fotógrafo, además fue un incansable viajero. En mayo de 1840, junto a un amigo emprendió un viaje por España. Sobre ello escribió un libro en 1843 llamado “Tra los montes”.

Sobre la Catedral de Toledo dijo:

“El exterior de la Catedral de Toledo no es nada florido, carece de arabescos, es menos ostentoso que el de la Catedral de Burgos y tampoco exhibe guirnaldas de estatuas rodeando los pórticos; ángulos limpios y francos, sólidos contrafuertes, una gruesa coraza de piedra de sillería, una torre de estilo robusto, que nada tiene que ver con las orfébricas delicadezas del gótico; y todo ello patinado por un tinte rosáceo de color de pan tostado, como la epidermis de un peregrino de Palestina. 

El interior está ahondado y tallado como una gruta de estalactitas. La impresión que se experimenta es una de las más vivas y grandiosas. La iglesia está dividida en cinco naves, la del medio, de altura enorme, a su lado las demás parece como que inclinan la cabeza v se arrodillan en señal de sumisión y respeto; cuarenta y ocho pilares, gruesos como torres, y compuestos cada uno de dieciséis columnas en forma de huso y ligadas entre sí sostienen el bloque enorme del edificio; una nave transversal corta la principal entre el Coro y el altar mayor, formándose así los brazos de la Cruz. 

Los altos vitrales —donde el zafiro, el rubí y la esmeralda fulgen— empotrados en nervaduras de piedra, tamizan una luz dulce y misteriosa que invita al éxtasis religioso. Cuando el sol es demasiado violento, se echa sobre ellos unas cortinas para conservar esa semioscuridad, llena de frescura, que convierte los templos españoles en lugares especialmente favorables a la meditación y la plegaria. 

El altar mayor o retablo podría por sí sólo pasar por una iglesia. Es un conjunto formidable de columnas, estatuas, hornacinas, follajes y adornos de los que sería imposible dar una leve idea aun con la más minuciosa descripción. Toda esta ornamentación, que sube hasta la bóveda y da vuelta al santuario, está pintada y dorada con una riqueza increíble. Los tonos pardos y calientes de las molduras antiguas hacen brotar salpicaduras de luz o finas franjas, que producen efectos admirables de extraordinaria opulencia pictórica. Las pinturas sobre el fondo de oro que se muestran en los entrepaños del altar son semejantes, por la riqueza del color, a los más brillantes lienzos venecianos. 

Frente al altar mayor se halla, como casi siempre en el estilo español, el coro o sillería; son tres filas de sitiales, de madera tallada, calada y esculpida de una manera maravillosa, con bajorrelieves históricos, bíblicos y alegóricos. El arte gótico a fines del Renacimiento no ha producido nada más puro, más perfecto ni mejor dibujado. Esta obra prodigiosa hasta en sus detalles, se atribuye a los pacientes cinceles de Felipe de Borgoña y de Berruguete. Detrás del retablo se encuentra la capilla donde se hayan enterrados don Álvaro de Luna y su mujer, en dos soberbios sepulcros de alabastro, colocados uno junto a otro. En las paredes de esta capilla figuran las armas del Condestable y las conchas de la Orden de Santiago, de la que era Gran Maestre. 

Próximo a este lugar, en una de las criptas de la nave que se llama el trascoro, hay una lápida sepulcral con una inscripción fúnebre, dictada por un noble toledano cuyo orgullo se alzaba, ante la idea de que su tumba fuese pisoteada por gentes de baja condición. No quiero que pisen sobre mí los villanos, dijo en su lecho de muerte. Y como dejó muchos bienes a la iglesia, se le satisfizo en aquel raro capricho depositando su cadáver en la obra viva de la cripta, donde puede estar seguro que nadie le pisará.

No describiremos una por una todas las capillas, pues para ello se necesitaría un libro entero; diremos solamente al pasar que vimos el sepulcro de un Cardenal, ejecutado en estilo árabe con una delicadeza inconcebible, que no admite comparación más que con el más sutil encaje. Nos dirigimos en seguida a la capilla mozárabe, que es una de las más interesantes de la Catedral”.

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