15 de abril de 2022

MADAME D'AULNOY EN LA SEMANA SANTA DE MADRID

 

Marie-Catherine le Jumelle de Barnerville, baronesa D’Aulnoy, conocida como Madame D'Aulnoy, (1651-1705) fue una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679.

Sobre la Semana Santa en Madrid dijo:

“Los disciplinantes visten una túnica muy delgada que los cubre desde la cabeza hasta los pies, formando pequeños pliegues y tan amplia que para cada túnica se emplean 40 o 50 varas de tela; llevan sobre la cabeza una caperuza muy alta, por delante de la cual pende una tira de lienzo que cubre la cara y en su parte superior tiene dos agujeros dispuestos para que vea por ellos el disciplinante, que lleva guantes y zapatos blancos y muchas cintas en las mangas de la túnica, que tiene dos aberturas por donde asoman los desnudos hombros. 

Generalmente llevan también enlazada en las disciplinas una cinta que a cada penitente regala su amante y ellos la lucen como un señalado favor. Para ser admirado y hacer bien las cosas es preciso no gesticular con el brazo y mover solamente la muñeca, que sean dados los golpes sin precipitación y que la sangre que salte de las heridas no manche la túnica. Se despellejan de una manera horrible los hombros, de cada uno de los cuales brota un rio de sangre. Los disciplinantes andan por las calles pausada y ceremoniosamente, y al llegar frente a las rejas de su amada se fustigan con una paciencia maravillosa. 

La dama observa esta caprichosa escena desde las celosías de su aposento, y por alguna señal bien comprensible les anima para que se desuellen vivos, dándoles a entender lo mucho que les agradece aquella bárbara galantería. Cuando los disciplinantes en su camino tropiezan con una señora hermosa, suelen pararse a su lado y sacudirse de modo que al saltar su sangre caiga sobre los vestidos de la dama. Esto es una notable atención, y la señora, muy agradecida, les da las gracias. 

Desde que un hombre ha empezado a disciplinarse, necesita repetir el suplicio todos los años, y si no lo hace alguno, enferma, También usan esponjas llenas de alfileres, y se frotan con ellas como si fuera la cosa más fina y suave del mundo”.

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