3 de febrero de 2022

LEY TAIPING SOBRE LAS TIERRAS

 

La Ley Taiping sobre las tierras (1853) decía lo siguiente:

“La distribución de la tierra se hará según el tamaño de la familia, sin consideración de sexos y teniendo únicamente en cuenta el número de personas; cuanto mayor sea dicho número, más tierras recibirán y viceversa.

Las tierras a repartir se dividen en nueve categorías:

En una familia de seis personas, tres recibirán tierra buena y tres recibirán tierra mala; es decir, la mitad buena y la mitad mala. Todas las tierras que se hallan bajo el cielo serán cultivadas conjuntamente por los hombres bajo el cielo. Si la producción es insuficiente en un lugar, dirigíos a otros en el que sea más abundante.

Toda la tierra que se halla bajo el cielo debe ser accesible tanto en tiempo de abundancia como de penuria. Si hubiera miseria en una zona, llevad allí los excedentes de otra zona donde reine la abundancia, con el fin de alimentar a los hambrientos. De este modo, los hombres que se hallan bajo el cielo gozarán todos de gran felicidad concedida por el Padre Celeste, Señor Supremo y Dios Augusto.

La tierra se repartirá entre todos, el arroz será consumido por todos, los vestidos serán llevados por todos, el dinero será gastado por todos. No habrá desigualdad y nadie quedara sin alimentos ni protección contra el frío.

Tanto si es hombre como mujer, cada individuo de más de dieciséis años recibirá tierra. Y si queda tierra, las personas de quince años o menos recibirán la mitad de una parte…

En todo el Imperio se plantarán moreras junto a los muros. Todas las mujeres criarán gusanos de seda, tejerán y confeccionarán prendas de vestir. En el Imperio, cada familia sin excepción poseerá cinco gallinas y dos cerdas. Durante la cosecha, el jefe de sección asesorará a jefe de equipo para la reserva de la cantidad del grano que sea necesaria para sus veinticinco familias y entregará el resto al granero público.

La misma regla se aplicará también al trigo, a las judías, al cáñamo, a los tejidos, a la seda… Y también al dinero. Nadie en el Imperio podrá poseer una propiedad privada.

Tal es el edicto del Padre Celeste, Señor Supremo y Dios Augusto, que ha dado muy especialmente al Verdadero Señor de los Taiping, la orden de salvar al mundo".

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