SERAFÍN RUIZ SELFA Y LAS FALSAS PINTURAS
Un estudiante de historia, aficionado a la espeleología,
descubrió en el año 1990 unas pinturas rupestres en una cueva el monte Gorbea.
Este descubrimiento se convirtió en una de los mayores del País Vasco. Ese
estudiante se llamaba Serafín Ruiz Selfa.
En la cueva había pinturas muy variadas: cabras,
rinocerontes, bisontes, mamuts, manos, símbolos diversos…, todo se encontraba
en perfecto estado de conservación.
Serafín convocó en 1991 una rueda de prensa en la que dio a
conocer su descubrimiento, le acompañaba Alberto Ansola, diputado de la
provincia de Hacienda, y de tres arqueólogos vascos de mucho prestigio: Juan
Mari Apellaniz, Jesús Altuna, Ignacio Barandiaran. Previamente, habían
elaborado un informe en que daban por auténticas las pinturas.
Situaron su origen en las fases media y superior del período
magdaleniense del Paleolítico Superior (13000 y 10000 a. C.). La sola presencia
de los arqueólogos era suficiente para creer en la veracidad de las pinturas
rupestres.
La Diputación de Álava recompensó a Serafín con 12,5
millones de pesetas. El semanario The European publicó diez días después de la
rueda de prensa un artículo de los arqueólogos Jill Cook, del Museo Británico,
y Peter Ucko, de la Universidad de Southampton. Nada más ver las fotografías de
los periódicos, se dieron cuenta que esas pinturas eran un fraude. Otros
arqueólogos españoles, un tiempo después, llegaron a la misma conclusión.
La policía vasca se encargó del estudio de las fotografías
de Serafín, descubriendo que habían sido retocadas con un modesto rotulador.
Además se descubrieron restos de estropajo.
En 1995, Serafín fue condenado por estafa y tuvo que
devolver los 12,5 millones que le había entregado.
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