JAMES A. GARFIELD Y LA BALA PERDIDA
En el año 1881, el vigesimo presidente de Estados Unidos
James A. Garfield recibió un balazo de Charles Guiteau, lo odiaba porque nunca
le había dado un cargo público. Admitió haber disparado contra él pero no
haberlo matado. Dijo que los médicos que atendieron al presidente fueron los
que lo mataron.
Garfield pudo haber sobrevivido solo con que le hubieran
dejado la bala dentro de su cuerpo. Los médicos pasaron ochenta días tratando
de sacársela y uno de ellos, incluso, insertó una sonda, creando una nueva
herida cuya trayectoria confundió a los otros médicos. Otro metió su mano hasta
la muñeca, y perforó el hígado del presidente.
Al final, Alexander Graham Bell creó a toda prisa un
instrumento localizador de metales dentro del cuerpo humano. La máquina que
diseñó no fue eficaz, no quitaron los muelles metálicos del colchón en el que
reposaba el presidente, así que no sirvió de nada. El prototipo de detector de
metales de Bell funcionaba a la perfección, como se comprobó más tarde, pronto
quedó anticuada con la llegada de los rayos X.
Después de ese fracaso, los médicos decidieron hacerle una
exploración quirúrgica que derivó en una infección que se extendió por todo su
cuerpo, en pocos días murió. Tras la muerte de Garfield, se encontró la bala,
alojada en un lugar donde no causaba ningún peligro de muerte.
0 comentarios :
Publicar un comentario