ORIGEN DE LA CAJA FUERTE
Desde la antigüedad el hombre ha necesitado proteger sus pertenencias. En el antiguo Egipto, donde no se castigaba el robo, ya que robar se consideraba una profesión, los vestidos y joyas se guardaban en robustos cofres de madera que se enterraban en algún lugar seguro.
En el mundo clásico, Diodoro de Sicilia, historiador griego, cuenta en su Historia, que el robo estaba tan bien organizado en Grecia que cada ladrón tenía su jefe, a quien entregaba lo robado. El jefe se ponía en contacto con el dueño de lo robado y le ofrecía la posibilidad de rescatar sus pertenencias por un módico precio.
En Esparta los ladrones eran considerados gente honorable. Lo único que no se aceptaba era el que se dejaba sorprender por el dueño en plena faena, ya que no merecía el respeto alguien que era tan torpe.
Homero cuenta que existía en su tiempo cofres de madera reforzada, quien no tenía la oportunidad de tener una, recurrían a los servicios del templo, donde había una habitación al lado del tesoro de los dioses que se reservaba para guardar los bienes de los ciudadanos que quisieran. Pagaban por ello unos pequeños donativos.
La caja fuerte más antigua la tenía el tirano Corinto, Cipselus, hace más de dos mil setecientos años. Se trataba de un arcón de cedro con incrustaciones de oro y marfil. Eran tan precioso y caro, que los ladrones se lo llevaron y no volvió a aparecer. En Roma eran de hierro, y llevaban candados. Se colocaban en las puertas de las casas, a la vista de todos. Junto a ellas se situaba el arcarius, un esclavo que se dedicaba a protegerla día y noche.
A finales del siglo XV se utilizaban armarios fuertes de hierro. Poco tiempo después, en España, la caja fuerte era un arcón con cerraduras y cerrojos sobre la que se leían frases, por ejemplo: “La ocasión hace al ladrón, y no el corazón”.
La caja fuerte moderna nació en 1844. Alejandro Fichet, había inventado una cerradura imposible de abrir. Más tarde Napoleón III, pidió al fabricante de productos refractarios, Augusto Bauche, que abriera un taller de cajas fuertes para frenar la ola de robos del año 1868. A esta caja se la llamó “la coraza”.
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