HISTORIA DE LA MARGARINA
Napoleón III, preocupado por la falta de alimento durante la revolución industrial que asolaba Europa a mediados del siglo XIX, encargó al químico Hipólito Mège Mauriez que inventará una mantequilla barata. Encontró la fórmula exacta y la patentó en el año 1869. Como tenía un color gris perla, la bautizó con el nombre de margarina, utilizando el término griego “margaron”, que significa perla.
Al principio la fórmula se guardó en secreto, era la siguiente: sebo de buey del que se obtenía una materia grasienta y gelatinosa que Mège llamó “óleo”, esa materia la licuaba y mezclaba con leche y agua, añadiendo su ingrediente especial, la ubre de vaca picada muy fina. El resultado era barato y no se ponía rancia como la mantequilla. A Napoleón le gustó tanto que lo añadió a la dieta del ejército y la marina.
Como Mège había dado a conocer la fórmula secreta a los mantequeros holandeses Jan y Henri Jurgens, ellos siguieron fabricándola. Fue tal la cantidad de mantequilla que fabricaron que se acabó el sebo de buey, teniendo que buscarle un sustituto: la grasa vegetal de plantas tropicales ricas en aceite: semilla de girasol, soja, cacahuete, pistacho, palma. También utilizaron grasa de ballena.
Pero esas grasas vegetales eran demasiado blandas, lo que hacía difícil envasarla y almacenarla. En 1910 se encontró la solución con la introducción de los procesos de hidrogenación, que endurecían el aceite. Tiempo después se añadiría a la margarina, vitaminas A y D, para que se pareciera más a la mantequilla.
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