28 de octubre de 2017

UNA REUNIÓN DE LA ARISTOCRACIA SEGÚN MADAME D'AULNOY


Madame D’Aulnoy (1651-1705) fue una escritora francesa, además de ser conocida por sus cuentos de hadas, también lo es por su relato del viaje a España, escrito en 1679. En esta ocasión nos describe una reunión aristocrática:

“El salón de recibo donde se reunieron aquella tarde más de sesenta visitas femeninas, sin una sola masculina, era una amplia galería regiamente tapizada y amueblada con cojines largos y estrechos, de terciopelo carmesí y franjas de oro; bufetes con pedrería engastada de los que no se fabrican en España; mesas de plata, cómodas y espejos admirables, tanto por su tamaño como por la riqueza de sus marcos, siendo los más pobres de plata.

Todavía me agrandaron más los escaparates, que son vitrinas repletas de objetos primorosos, de ámbar gris, porcelana, cristal de roca, maderas rarísimas, coral, nácar, filigrana de oro y otras peregrinas materias.

Sentábanse las señoras en el suelo, cruzando las piernas a usanza mora; por mi parte, como no me habitúo a esa postura, utilicé los cojines. Un grupo de seis se apiñaba en torno de un brasero de plata, desbordante de huesos de aceituna, que dan calor sin tufo. El enano o enana de turno anunciaba a cada recién llegada, hincando una rodilla. No se saludan estas españolas besándose, sino dándose la mano desenguantada; y tampoco se tratan con el título sino que se hablan de tú, llamándose por sus nombres de pila: doña María, doña Clara, doña Teresa. Procede esta familiaridad de no estilarse aquí los matrimonios desiguales, como en Francia, ni alterna nunca en el trato social los nobles con quienes no lo son.

Muy calladamente jugaban algunas al hombre, en dos mesas prevenidas al efecto con naipes de figuras muy distintas de las nuestras y mucho más delgados. Observé cuán raras son las picadas de viruela, enfermedad que ha de ser aquí menos frecuente que entre nosotros, a pesar de lo cual abusan del afeite, al punto de parecer charoladas, porque emplean un barniz hecho de clara de huevo batida con azúcar cande.

Llegada la hora de la merienda circularon entre nosotras hasta dieciocho doncellas, llevando bandejas de plata llenas de dulces envueltos en papel dorado; una ciruela, una cereza, un albaricoque. Ello permite no mancharse las manos ni los bolsillos. Se sirvió luego el chocolate en tazas de porcelana, con platillo de ágata guarnecido de oro y azucarero semejante. Lo había frío, caliente, con leche o con huevos. Se toman bizcochos o tostaditas de pan. Hay personas que beben seis tazas seguidas dos o tres veces al día.

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