10 de agosto de 2014

LA CONCEPCIÓN DE JAIME I


Jaime I, era hijo de Pedro II de Aragón (1178-1213) y de María de Montpellier (1204-1213). Cuando María se casó, en 1206, con Pedro, rey de Aragón, era ya su tercer matrimonio (a los once años se casó con el vizconde de Marsella, y a los diecisiete con el conde de Comenge). A Pedro siempre le pareció que María era poco para él, la razón era que no era hija de rey, pero le convenía casarse con ella para sus maniobras reales.

Una vez casados, sus relaciones no fueron muy buenas, tan malas eran que no tenían ni tan siquiera relaciones intimas, lo que suponía un problema para naciesen futuros descendientes. Los prelados de Montpellier planearon, con la complicidad de la reina, engañar al rey, para que el matrimonio se pudiera consumar.

Los preparativos se desarrollaron con éxito, toda la corte conocía la trampa. Los días previos a la realización del plan, monjas, frailes, mercaderes, caballeros, artesanos, frailes… todos participaron con misas, rezos, plegarias, suplicas… para que la noche esperada, la reina se quedase embarazada.

El 6 de mayo, el rey tuvo relaciones con su mujer sin saber que se trataba de ella. Esa noche, la reina acompañada por veinticuatro patricios, veinticuatro mujeres, la mitad vírgenes y la otra mitad casadas, dos notarios, un prior… todos con un cirio en la mano, entró en la habitación a oscuras, se metió en la cama, donde ya se encontraba el rey, y él consintió acostarse con ella, sin reconocerla. Durante el tiempo que duró la relación sexual, todo el séquito permanecía cerca de las habitaciones reales, con los cirios encendidos. Las iglesias permanecieron abiertas durante toda la noche, y dentro la gente rezaba para que se cumpliese el deseo del nacimiento de un futuro heredero.

Pasado un rato, el séquito que esperaba en los pasillos, entró en la habitación real, el rey, sobresaltado, se levantó con la espada en la mano. No tuvieron más remedio que contarle la verdad del engaño, el rey montó en cólera y quería matarlos a todos, hasta llegó a exigir el divorcio.

La reina María se quedó embarazada, dando a luz el 2 de febrero de 1208. Nada más nacer, la reina María de Montpellier, entró en una iglesia y encendió doce velas idénticas. A cada una de ellas le puso el nombre de un apóstol, esperó a ver cuál de ellas era la última en apagarse. La última fue la de Jaime, y con ese nombre se le bautizó.

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