HISTORIAS DE FEDERICO II DE PRUSIA
-Un tarde, Federico II de Prusia, el Grande (1712-1786) entró
en uno de los salones del palacio de Sanssouci, en Postdam, Alemania, después
de sentarse a la mesa, pidió, como cada día, a un criado su taza de chocolate. Cuando
Federico tenía el tazón delante de él, se levantó de repente, fue a la
habitación de al lado, cerró un arcón al que se había olvidado cerrar con llave
y volvió al salón.
Volvió a la mesa y cuando se iba a tomar el chocolate
descubrió un hilo fino y brillante que descendía desde el techo hasta su taza,
en línea recta. Pasó la mano suavemente, tocando el hilo y se dio cuenta de que
se trataba de una tela de araña que había descendido sobre su tazón de
chocolate.
El rey llamó al sirviente y pidió que le cambiara la taza.
El criado se llevó la taza a la cocina, el cocinero al ver al criado con la
taza intacta, se puso muy nervioso, se fue a un rincón y se mató. El cocinero
había puesto veneno en la taza del monarca, y creyendo que lo había
descubierto, pensó que lo mejor era morir.
Después de este episodio, Federico mandó pintar en el techo
del salón la imagen de una araña en su tela. Gracias a ella, el rey salvo su
vida.
Durante la Guerra de los Siete Años, el rey Federico II de
Prusia preguntó:
-¿Qué son esos muros de ladrillos que mi artillería no
consigue destruir?
Su ayuda de campo le respondió:
-Señor, son los suizos.
En la misma guerra, un día que los austríacos lanzaron un
terrible ataque contra los prusianos, las balas silbaban tan fuerte y tan
continuadas alrededor del rey que uno de sus generales, Serbelloni, intentó
calmarlo diciendo:
-Tranquilo señor, sólo son moscas.
El rey matizó:
-Sí, pero estas son de las que pican.
-El rey fumaba mucho, y para no tener que llevarlo en el
bolsillo, había mandado que sobre cada chimenea de sus aposentos pusiesen una
caja. Un día vio que uno de sus sirvientes, creyendo que no le miraban y
deseando probar el tabaco del rey, metió la mano en la caja de una de las
chimeneas.
El rey no dijo nada en aquel momento, al cabo de una hora llamó
al sirviente, le mandó traer la caja, y después de invitarlo a que probase el
tabaco, le dijo:
-¿Qué tal os parece el tabaco?
-Excelente señor.
-¿Y la caja?
-Señor, soberbia.
-Pues bien caballerito tomarla porque la encuentro pequeña
para los dos.
-Durante la última enfermedad de Federico II tuvo una ligera
mejoría, los médicos creyeron que sanaría. El monarca les oyó, y dirigiéndose a
su sobrino, que era su sucesor, le dijo irónicamente:
-Perdona, sobrino, si te hago esperar tanto.
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