16 de agosto de 2014

REGLAS Y LEYES DE LOS BUCANEROS


Los bucaneros, cuando salían de expedición, seguían unas reglas o leyes para una mejor organización. Alexander Exquemelin, escritor, cirujano y bucanero, describe a los hombres con los que vivía:

“Antes de hacerse a la mar, los piratas avisan a cada uno de los que deben tomar parte en la expedición, el día exacto en que se han de embarcar, imponiéndoles al mismo tiempo el deber de traer la cantidad de pólvora y de balas que estimen necesario para la empresa.

Una vez a bordo, todos se reúnen en consejo para discutir la cuestión del lugar adonde habrán de ir primero a fin de cargar los víveres, sobre todo carne, pues casi no comen otra cosa, y la vianda, más común entre ellos es el puerco. El alimento que sigue después es la tortuga, que acostumbran salar un poco. A veces se deciden tal o cual porqueriza donde los españoles suelen guardar hasta mil cabezas de ese ganado.

Llegan al lugar elegido de noche y habiéndose introducido en la garita del guardián le obligan a levantarse amenazando darle muerte, si no obedece a sus órdenes o si hace el menor ruido. Incluso sucede que las amenazas se ejecutan, sin cuartel para los infelices porqueros o cualquier otra persona que intente oponerse al saqueo.

Una vez en posesión de la cantidad de carne suficiente para su travesía, regresan a bordo. La ración de cada cual comprende cuanto les cabe en la barriga; no se pesa, ni se mide. Y no se le ocurre al despensero dar al capitán una porción de carne de demás alimento superior a la del más subalterno marino.

Así aprovisionado el barco, se reúne otro consejo que va a deliberar sobre el lugar donde buscar fortuna. En esta ocasión, se acuerdan y se ponen por escrito ciertos artículos u obligaciones que cada uno debe respetar; y entonces son firmados por todos o bien por el jefe.

Así se especifica de manera detallada la suma de dinero que cada cual recibirá por el viaje, siendo la fuente de los pagos el producto de la expedición pues obedece a la misma ley que los demás piratas: ¡Si no hay botín, no hay sueldo!

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