HISTORIAS DE REINAS (2)
Dos semanas después de la muerte de Fernando VII, su viuda María
Cristina se fue al Real Sitio de San Idelfonso de la Granja a descansar, por el
camino, le sobrevino una hemorragia nasal, tras empapar sus pañuelos y los de
sus damas, un oficial de la escolta le prestó su pañuelo, un rato después, la
reina le devolvió al capitán el pañuelo, él con gesto galante, se lo llevó a
los labios. El capitán era Fernando Muñoz, tres meses después se casaron en
secreto. Esta historia la cuenta su nieta Eulalia de Borbón, hija menor de
Isabel II, en sus memorias.
Catalina de Aragón, recibió de su padre Fernando el Católico
las credenciales como Embajadora de España, en Inglaterra, desempeñó el cargo
dos años.
La reina María Cristina, durante la minoría de edad de su
hija, Isabel II, casada en secreto con Fernando Muñoz, procuró disimular sus
sucesivos embarazos asistiendo a las ceremonias que no podía evitar ir,
fallándole las piernas, y padeciendo desmayos, por ese motivo se decía en la
Corte: “La reina gobernadora, está casada en secreto y embarazada en público.
Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, cuando asistía a
una lección sobre cuestiones científicas, que pronunciaba Pasteur, al escuchar
decir al sabio que le sería útil una gota de sangre para sus investigaciones,
la Emperatriz se pincho un dedo, para ofrecérsela. Pasteur, desconociendo el
protocolo, le dijo: “Hubiese preferido sangre de rana”. Al día siguiente,
recibió el ilustre hombre de ciencia un saco lleno de ranas vivas.
La reina María Luisa, esposa de Carlos IV y madre de
Fernando VII, fallecida en 1819, otorgó testamento en Roma, el 24 de septiembre
de 1815, instituyendo heredero universal de sus bienes a su favorito, Manuel
Godoy. Los hijos de la difunta se negaron a cumplirlo y se repartieron los
bienes de la herencia.
La infanta Luisa Fernanda, hija de Fernando VII y hermana de
Isabel II, aprovechaba sus visitas al Vaticano para llevar una gran cantidad de
medallas, escapularios, rosarios y estampas, para que se las bendijese el Papa,
luego las repartía entre sus familiares y amigos. El duque de Montpensier, su
marido, poco religioso, protestaba por esa costumbre de su esposa. En cierta
ocasión, la infanta llevó un pequeño saco lleno de medallas, estampas y
rosarios, para que el Papa los bendijese uno a uno. León XIII, que conocía la
costumbre de todos los años, al notar que el Duque de Montpensier se
impacientaba, le dijo sonriendo: “Hija mía, dame el saco de una vez, para
bendecirlo todo al mismo tiempo”.
El primer sello de correos que circuló en España, fue el de
“seis cuartos”, de Isabel II, fue puesto a la venta en 1850.
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