5 de agosto de 2014

EL SOL ROJO (LEYENDA GUARANÍ)


Entre los indios mocoretaes había un joven, curtido y valiente que se llamaba Igta (hábil nadador) que amaba a la más buena y hermosa de las mujeres de su tribu, Picazú (paloma torcaz), y quería casarse con ella. Los padres de Picazú consistieron en que se celebrase la boda, pero era preciso consultar a la Luna, para que diese su aprobación llamaron al Tuyá (adivino, curandero y sacerdote) de la tribu para que consultara.

Era una noche tranquila y despejada. La Luna, blanca, clara, brillante, iluminando los campos y los campamentos de los indios. El Tuyá interpretó:

-Esa luz que nos envía la Luna significa que aprueba contenta la boda de Igtá y Picazú.

El jefe de la tribu ordenó a Igtá que demostrase a todos que era digno de casarse con la chica. Debía arrojarse a las aguas de la laguna y nadar durante largo rato. Después, ir a buscar un gran número de presas de caza.

El chico era un excelente nadador y había cazado desde niño, realizó las pruebas sin demasiado esfuerzo, nadó todo lo que se le pidió y trajo abundante caza. La boda se celebró una noche, después de tres lunas. Se encendió una gran hoguera, a cuyo alrededor todos los indios comían, bebían, bailaban y cantaban.

A Igtá y Picazú les faltaba algo para ser totalmente felices, necesitaban tener la seguridad de que Tupá, su dios bueno, aprobaba también la boda. Y esperaron. La noche siguiente empezó a llover copiosamente. Eran las lágrimas de Tupá las que caían sobre el poblado para decir que no estaba contento por el casamiento de los jóvenes indios.

Igtá y Picazú no podían continuar unidos perteneciendo a la tribu. Debían huir y tirarse a las aguas de la laguna. Allí había una isla donde vivían todos los que se habían casado contrariando la voluntad de Tupá. Debían ir a esa isla para no volver jamás.

Al día siguiente paró de llover. Por la tarde, a la hora en que el sol iba a ocultarse, los jóvenes se arrojaron al agua y empezaron a nadar. Los indios de su tribu, reunidos en la orilla de la laguna, viéndolos alejarse lentamente, los insultaban y maldecían por calmar el enfado de Tupá y evitar sus castigos.

Igtá, hábil nadador, consiguió nadar una buena distancia, ayudando a Picazú. Faltaba poco para llegar a la isla, cuando Ñuatí (Espina), un malvado guerrero de la tribu, les tiró una flecha. Todos los indios hicieron lo mismo, los jóvenes resultaron heridos y desaparecieron de la superficie de las aguas.

En ese momento, el sol, que se escondía en el horizonte, tomó un intenso color rojo, y su luz tiñó la laguna e iluminó los campos y el cielo. Los indios atemorizados, huyeron, alejándose de la laguna.

Igtá y Picazú, ayudados por Tupá, lograron salvarse y llegar a la isla, donde vivieron felices y llenos de amor.

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