9 de febrero de 2014

ERZEBETH BATHORY, LA CONDESA FEROZ


El conde Ferencz Nadasky (1555-1604) se encontraba en el Castillo de Csejthe (Hungría), cuando desde la ventana de su habitación vio a una chica desnuda que atravesaba corriendo los jardines del castillo. La joven tenía la cara desfigurada por el dolor y los pies heridos por las piedras y lloraba a gritos. Lo que más le llamó la atención al conde, fue que su cuerpo estaba untado en miel, por ese motivo, los insectos y toda clase de bichos se lanzaban hambrientos sobre la piel desnuda.

El conde interrogó a sus lacayos, quienes le contestaron que era una sirvienta de su esposa, la condesa Erzsébeth Báthory (1565-1613), y que había sido castigada por ella. En otra ocasión, el conde descubrió que su esposa estaba pinchando a una sirvienta en los pechos con un largo alfiler, mientras le bajaban unos chorros de sangre hasta el vientre. Al preguntarle el conde, ella le contesto sonriendo, que la sirvienta le había contestado mal.

Los condes tenían hijos, a los que ella no cuidaba. Sólo confiaba en sus sirvientes personales, que lo formaban criaturas tullidas y repulsivas: Ficzko, enano cruel y malvado; Lliona, jorobada y celestina; y Dorko, una bruja inhumana y feroz. Erzebeth se divertía contemplándolos, ya que ella era hermosa y joven. Su mayor obsesión era el temor a envejecer.

En 1604, el conde Ferencz, de cuarenta y nueve años, murió repentinamente. La condesa se quedó viuda con cuarenta años. Todavía conservaba un hermoso cuerpo, un cutis sano y sin arrugas. En ese momento empezó a plantearse la manera de conservarse joven, y acudió a la magia.

La única manera para mantener la juventud consistía en bañarse en sangre de jóvenes y adolescentes. Era necesario que la sangre se derramara sobre el cuerpo de Erzsébeth. Primero buscaron a chicas jóvenes, súbditas del condado, que iban despareciendo una tras otra. En poco tiempo y, con la involuntaria ayuda del párroco de un pueblo cercano, que proporcionaba sirvientas prometiendo buenos sueldos, desaparecieron las muchachas de los pueblos vecinos.

Un día, el sacerdote preocupado por la cantidad de muchachas que desaparecían, y alertado por los vecinos del pueblo que le había dicho que en el castillo se oían gritos desesperados, decidió entrar en la fortaleza y explorarla. En una cueva subterránea, encontró huesos humanos. No sabiendo que hacer, no le contó a nadie lo que había visto. De esta manera se convirtió en cómplice.

A la condesa, ya no le bastaba con degollar a sirvientas, ni quemarlas vivas. Cuando llegaban, cada vez de lugares más lejanos, las metía en una jaula situada en los torreones, allí las degollaba. La sangre caía en el piso inferior donde Erzebeth se bañaba con ella.

En seiscientas veinte se calculaba el número de víctimas cuando el rey Mateo II de Humgría, alertado por los rumores y las denuncias, intervino personalmente. Descubrieron jóvenes vivas y mutiladas, casos de canibalismo, montones de huesos…

En Budapest se celebró el proceso. A Ficzko se le condenó a ser decapitado, Lliona y Dorko sufrieron la amputación de los dedos y luego fueron quemadas vivas.

Erzsébeth Báthory, según algunos fue condenada a vivir emparedada en una habitación de su castillo, dejando sólo un hueco por el que pasaban el pan y el agua. Su tormento duró tres años y medio. Otra versión cuenta que fue puesta en libertad por ser condesa, y que se dedicó al canibalismo. Murió en 1614.

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