ALMENDRO
Cuentan que fue el árbol del que Aarón tomó su vara mágica. Dicen
que la Menorah o candelabro de siete brazos del templo de Jerusalén, tenía sus porta
velas en forma de almendra porque representaba la vara de almendro de Aarón
cuando florecía.
Sus preciosas flores que van del blanco al rosado tiene su
propia historia de amor de la mitología griega:
“Filide, princesa de Tracia, se enamoró de un joven que combatía
en la guerra de Troya, se llamaba Acamante. Ella iba todos los días a la costa
esperando encontrar el barco de su amado. Pero el barco no llegaba y la princesa
murió de tristeza.
Entonces la diosa Atenea convirtió su cuerpo en un almendro.
Al día siguiente, cuando Acamante llegó, sólo pudo acariciar la corteza del
árbol. El amor de la princesa Filide, que ya era un almendro, respondió a
Acamante floreciendo de repente, sin echar hojas”.
Otra leyenda dice que:
“Zeus, mientras dormía perdió semen que cayó a tierra;
surgió de él un ser hermafrodita, Agdistis, al que Dionisio hizo castrar. De sus
genitales caídos al suelo creció un almendro. Un fruto de este árbol fecundó a
Sangarios, una hija del dios-río, al colocar una almendra sobre su cuerpo. La fuerza
juvenil del almendro se transformó en potencia procreadora”.
Para la tradición judía, la almendra representaba lo
escondido, lo desconocido tras su corteza dura. Por la base de una Almendro se
penetra a la ciudad misteriosa de Luz (almendra en hebreo). También se llamaba
Luz el lugar donde Jacob tuvo su visión.
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