ERZEBETH BATHORY, LA CONDESA FEROZ
El conde Ferencz Nadasky (1555-1604) se encontraba en el
Castillo de Csejthe (Hungría), cuando desde la ventana de su habitación vio a
una chica desnuda que atravesaba corriendo los jardines del castillo. La joven
tenía la cara desfigurada por el dolor y los pies heridos por las piedras y
lloraba a gritos. Lo que más le llamó la atención al conde, fue que su cuerpo
estaba untado en miel, por ese motivo, los insectos y toda clase de bichos se
lanzaban hambrientos sobre la piel desnuda.
El conde interrogó a sus lacayos, quienes le contestaron que
era una sirvienta de su esposa, la condesa Erzsébeth Báthory (1565-1613), y que
había sido castigada por ella. En otra ocasión, el conde descubrió que su
esposa estaba pinchando a una sirvienta en los pechos con un largo alfiler,
mientras le bajaban unos chorros de sangre hasta el vientre. Al preguntarle el
conde, ella le contesto sonriendo, que la sirvienta le había contestado mal.
Los condes tenían hijos, a los que ella no cuidaba. Sólo confiaba
en sus sirvientes personales, que lo formaban criaturas tullidas y repulsivas:
Ficzko, enano cruel y malvado; Lliona, jorobada y celestina; y Dorko, una bruja
inhumana y feroz. Erzebeth se divertía contemplándolos, ya que ella era hermosa
y joven. Su mayor obsesión era el temor a envejecer.
En 1604, el conde Ferencz, de cuarenta y nueve años, murió
repentinamente. La condesa se quedó viuda con cuarenta años. Todavía conservaba
un hermoso cuerpo, un cutis sano y sin arrugas. En ese momento empezó a
plantearse la manera de conservarse joven, y acudió a la magia.
La única manera para mantener la juventud consistía en
bañarse en sangre de jóvenes y adolescentes. Era necesario que la sangre se derramara
sobre el cuerpo de Erzsébeth. Primero buscaron a chicas jóvenes, súbditas del
condado, que iban despareciendo una tras otra. En poco tiempo y, con la involuntaria
ayuda del párroco de un pueblo cercano, que proporcionaba sirvientas
prometiendo buenos sueldos, desaparecieron las muchachas de los pueblos
vecinos.
Un día, el sacerdote preocupado por la cantidad de muchachas
que desaparecían, y alertado por los vecinos del pueblo que le había dicho que
en el castillo se oían gritos desesperados, decidió entrar en la fortaleza y
explorarla. En una cueva subterránea, encontró huesos humanos. No sabiendo que
hacer, no le contó a nadie lo que había visto. De esta manera se convirtió en cómplice.
A la condesa, ya no le bastaba con degollar a sirvientas, ni
quemarlas vivas. Cuando llegaban, cada vez de lugares más lejanos, las metía en
una jaula situada en los torreones, allí las degollaba. La sangre caía en el
piso inferior donde Erzebeth se bañaba con ella.
En seiscientas veinte se calculaba el número de víctimas
cuando el rey Mateo II de Humgría, alertado por los rumores y las denuncias,
intervino personalmente. Descubrieron jóvenes vivas y mutiladas, casos de
canibalismo, montones de huesos…
En Budapest se celebró el proceso. A Ficzko se le condenó a
ser decapitado, Lliona y Dorko sufrieron la amputación de los dedos y luego
fueron quemadas vivas.
Erzsébeth Báthory, según algunos fue condenada a vivir
emparedada en una habitación de su castillo, dejando sólo un hueco por el que
pasaban el pan y el agua. Su tormento duró tres años y medio. Otra versión
cuenta que fue puesta en libertad por ser condesa, y que se dedicó al
canibalismo. Murió en 1614.
0 comentarios :
Publicar un comentario