LOS TRASTORNOS DE FELIPE V
A partir de ese
momento todo fue a peor. Se negaba a dejarse afeitar, cortar los cabellos y las
uñas, pensando que eso lo haría sentirse peor. Su pelo sobresalía de su peluca,
que nunca se quitaba. Las uñas de los pies le molestaban hasta el extremo de no
dejarle andar.
Se mordía los brazos,
creía que estaba muerto, y preguntaba por qué no lo habían enterrado. Otras veces
aseguraba que no tenía ni brazos ni piernas. Mandaba abrir las ventanas los
días de frío invierno y se tapaba con mantas y cerraba todas las ventanas
durante el caluroso verano.
Tenía siempre una
pierna hinchada fuera de la cama y la movía sin parar. Unas veces creía que lo habían
envenenado, otras que se había convertido en rana, en esos momentos chillaba y
cantaba como un poseso.
En 1722, según unos
documentos, dicen que no se había cambiado de ropa desde un año antes. Su traje
estaba hecho jirones y llevaba el pantalón descosido desde la cintura hasta
abajo, cuando se sentaba se le veían los muslos desnudos. Un ayuda de cámara se
los remendaba, al principio, pero se cansó de hacerlo. Él mismo se los
remendaba con hilo de seda. En ocasiones cuando iba a misa, la reina le ponía
alfileres en los jirones del pantalón.
Se le metió en la
cabeza que querían envenenarle con una camisa, así que, desde ese momento solo
se ponía las camisas de su esposa Isabel de Farnesio, después de habérselas puesto
ella. A veces andaba desnudo ante extraños.
Intentó escapar varias
veces. Un día golpeó a la camarera y después a la reina, que fueron a evitar
que escapara. Después de esto, la reina puso guardianes en la puerta de su
habitación. Cambió las cerraduras de su aposento para evitar la huida de
palacio. Nadie podía salir ni entrar sin una autorización especial, y no
dejaban al rey salir bajo ninguna excusa.
El 9 de julio de 1746
murió de una apoplejía. Sus restos reposan junto con los de su segunda esposa
Isabel de Farnesio en un mausoleo ubicado en la Real Colegiata de la Santísima
Trinidad, en la llamada Sala de las Reliquias, dentro del Palacio Real de la
Granja de San Ildefonso, a pocos kilómetros de Segovia.
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