10 de febrero de 2014

LOS TRASTORNOS DE FELIPE V


Felipe V (1683-1746), llamado “El Animoso”, primer rey de la casa de Borbón en España, sufrió durante los últimos años de su reinado trastornos mentales. En el año 1717 tuvo una grave crisis, en la que creía que iba a morir de inmediato. Se imaginaba que al salir a cabalgar, el sol le había atacado una parte de la cabeza.

A partir de ese momento todo fue a peor. Se negaba a dejarse afeitar, cortar los cabellos y las uñas, pensando que eso lo haría sentirse peor. Su pelo sobresalía de su peluca, que nunca se quitaba. Las uñas de los pies le molestaban hasta el extremo de no dejarle andar.

Se mordía los brazos, creía que estaba muerto, y preguntaba por qué no lo habían enterrado. Otras veces aseguraba que no tenía ni brazos ni piernas. Mandaba abrir las ventanas los días de frío invierno y se tapaba con mantas y cerraba todas las ventanas durante el caluroso verano.

Tenía siempre una pierna hinchada fuera de la cama y la movía sin parar. Unas veces creía que lo habían envenenado, otras que se había convertido en rana, en esos momentos chillaba y cantaba como un poseso.

En 1722, según unos documentos, dicen que no se había cambiado de ropa desde un año antes. Su traje estaba hecho jirones y llevaba el pantalón descosido desde la cintura hasta abajo, cuando se sentaba se le veían los muslos desnudos. Un ayuda de cámara se los remendaba, al principio, pero se cansó de hacerlo. Él mismo se los remendaba con hilo de seda. En ocasiones cuando iba a misa, la reina le ponía alfileres en los jirones del pantalón.

Se le metió en la cabeza que querían envenenarle con una camisa, así que, desde ese momento solo se ponía las camisas de su esposa Isabel de Farnesio, después de habérselas puesto ella. A veces andaba desnudo ante extraños.

Intentó escapar varias veces. Un día golpeó a la camarera y después a la reina, que fueron a evitar que escapara. Después de esto, la reina puso guardianes en la puerta de su habitación. Cambió las cerraduras de su aposento para evitar la huida de palacio. Nadie podía salir ni entrar sin una autorización especial, y no dejaban al rey salir bajo ninguna excusa.

El 9 de julio de 1746 murió de una apoplejía. Sus restos reposan junto con los de su segunda esposa Isabel de Farnesio en un mausoleo ubicado en la Real Colegiata de la Santísima Trinidad, en la llamada Sala de las Reliquias, dentro del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, a pocos kilómetros de Segovia.

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