LA VERDADERA HISTORIA DE BARBA AZUL
Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais, conocido como
Gilles de Rais, (o Gilles de Retz), (1405-1440), fue un noble y asesino en
serie francés del siglo XV. Su barba negra con reflejos azules hizo que se le
llamara Barba Azul. Era inteligente, ambicioso, insaciable y despilfarrador.
Cuando tenía veinte años raptó a Catalina de Thouars, que
tenía quince años. Se casó con ella la misma noche del rapto. Los Thouars
poseían varios castillos que junto con los de Gilles harían la unión más rica y
poderosa de Francia. La familia de Catalina no aprobó la boda y rechazó la
unión de las propiedades. Gilles hizo raptar a su suegra y la encerró en un
castillo a pan y agua hasta que le fueron cedidos los castillos de Pauzauges y
Tiffauges. Cuando tuvo lo que quería, se marcho a la guerra contra los
ingleses.
Gilles se unió al ejército de Juana de Arco, y con sus hazañas
llegó a mariscal. La muerte en la hoguera de Juana de Arco, por traición, hizo
que Gilles volviera a sus tierras y sus castillos, en el de Tiffauges le
esperaban su esposa y su hijo.
Después de dilapidar toda su fortuna, tener múltiples
deudas, perder a casi todos sus amigos, se vuelca al esoterismo, buscando en la
magia la manera de fabricar el oro que le hace falta. Conoce a Prelati, un
timador, éste le asegura que se volverá rico gracias a la magia negra. Lo convence
de que la única manera de contentar al demonio es ofrecerle la sangre y los
miembros de niños asesinados.
Una mañana que dos de sus sirvientes entraron en la habitación
de Gilles, fueron testigos de un espectáculo terrorífico. Lo ven teniendo la
mano, el corazón, los ojos y sangre por todo, de un niño que acaba de matar. Envolver
los restos en una sábana blanca, depositarlo sobre la chimenea, y lo oyen
ordenar que cierren su habitación con llave y que no se deje entrar a nadie.
Por la tarde, ocultos en la manga de su vestimenta, llevaba los restos a casa
de Prelati. Los primeros crímenes, lo hacía solo, después dos de sus ayudantes
(Henriet y Poitou) le ayudaban, a buscar a los niños y a matarlos. Gilles de
Rois necesitaba niños para sus sacrificios y empleó las peores y más crueles
maneras para conseguirlo.
La forma de encontrar a sus víctimas era la siguiente: Los
criados de Gilles recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y
adolescentes prometiéndoles que les harían pajes en los castillos del señor de
Rais. Lo hacían en lugares lejanos. Los padres no volvían a saber de ellos, si
preguntaban les decían que estaban bien. La gente empezó a alarmarse y entonces
los raptaban.
Una noche su esposa estaba preocupada por la fiebre que
tenía su hija María, quiso avisar a su marido, pero éste se encontraba en un
ala del castillo al que ella tenía prohibido el acceso. Decidió ir, abrió la
puerta, y no pudo contener un grito de terror. El espectáculo era horrible.
De unos garfios en la pared colgaban vivos varios niños que
gritaban de dolor. Su marido tenía en brazos a un niño lleno de sangre. A su
alrededor tres sirvientes torturaban a más niños. Catalina corrió despavorida
seguida por los criados. Gilles le perdonó la vida a condición de que no
contara nada y la encerró en un castillo lejano.
Llegó un momento que la alarma por la desaparición de niños
y niñas era tan grande, que las quejas llegaron a las autoridades. El 14 de
septiembre de 1440, llegó al castillo de Machecoul, donde se encontraba Gilles,
un grupo armado al mando del capitán Jean Labbé, acompañado de Robin
Guillaumet, notario. Llevaban una orden de detención, firmada por el duque de
Borgoña.
Gilles de Rais se entregó. El 19 de septiembre, cuatro días
después, empezó el interrogatorio que duró varios días. Entre otras atrocidades
salió a la luz lo siguiente: “Los colgaba de los garfios que había en las paredes
y cuando se desmayaban los descolgaba, los tomaba en brazos y les consolaba
diciéndoles que no pensaba hacerles ningún daño. Después les sodomizaba y, en
el momento del orgasmo, los degollaba para que las agonías de la muerte
hicieran más penetrante su placer. Besaba luego las cabezas cortadas mientras
le chorreaba la sangre por el rostro y manchaba sus ropas”.
Fueron matados más de 300 niños, hasta llegó a matar mujeres
embarazadas a las que les abría el vientre para coger los fetos. Fue condenado a la horca y quemado vivo. Con él sus
fieles sirvientes. Catalina asistió a la ejecución sin derramar una sola
lágrima.
0 comentarios :
Publicar un comentario