30 de enero de 2014

SACRIFICIOS SANGRIENTOS EN LA ANTIGÜEDAD (2)


La mayoría de los rituales de magia en la antigüedad incluían la sangre. En los cultos grecolatinos y en los ritos de Oriente, de acuerdo con un ritual, se utilizaba la sangre humana o la procedente de animales ofrendados. Las divinidades que vivían en las oscuras profundidades, bebían esa sangre sin llegar a saciarse nunca.

En el canto XI de “La Odisea”, se muestran las virtudes oraculares que tiene la sangre sobre las almas de los muertos que viven en el reino de Hades. Para que un muerto del infierno hable ante un vivo, éste tendrá que ofrecerla su dosis de sangre.

En cambio, en muchas culturas existe verdadero terror con la sangre menstrual. Cuentan que un indígena de Australia murió de miedo porque su mujer se había acostado en su cama y sobre su manta mientras tenía la menstruación. En las culturas monoteístas también existe ese tabú.

En los tiempos bíblicos existía esa prohibición que se castigaba con el destierro: “Si uno se acuesta con una mujer mientras tiene ésta el flujo menstrual y descubre su desnudez, su flujo y ella descubre el flujo de su sangre, serán ambos borrados de en medio de su pueblo”. (Lev.20, 18).

Los antiguos habitantes de Escandinavia sacrificaban a sus hijos varones cuando se producían epidemias de peste. Los escitas degollaban al 20% de sus prisioneros de guerra en el altar de Marte. En Egipto hasta el siglo VI a. C., se inmolaba a tres hombres a Ammon Ra para que el ciclo de las estaciones siguiera repitiéndose.

En México sacrificaban a personas de todas las edades para favorecer el crecimiento del maíz, recién nacidos en el momento de la siembre, niños un poco mayores cuando el grano había brotado, ancianos antes de la cosecha.

Los griegos degollaban cien toros para conseguir la buena voluntad del panteón de Zeus antes de iniciar alguna guerra. En Roma, después de realizadas las hecatombes (sacrificio de cien animales) de toros y carneros, los emperadores, también ofrecían en sacrificio las simbólicas águilas imperiales y también las fieras del circo romano.

Al demonio Tifón se le entregaban las vidas de hombres y mujeres pelirrojos. A la diosa fenicia Astarté se le ofrendaban niños, y a la Triple Diosa, ovejas negras que las sacerdotisas descuartizaban con sus propias uñas.

Los magos persas de Jerjes enterraron vivos a nueve parejas de adolescentes, la noche antes de su batalla contra los griegos. El griego Ereeteo, sacrificó a su propio hijo a los dioses del infierno para que lo guiaran en el combate. Sus compatriotas premiaron este gesto nombrándolo: “Héroe y semejante a los dioses”.

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