LAS DANZAS DE LOÏE FULLER

Marie Louise Fuller (1862-1928), conocida como Loïe Fuller, era una bailarina americana que provocó una revolución en el mundo de la danza, con sus espectáculos con efectos visuales, utilizando tejidos que flotaban y luces multicolores.

Fue autodidacta, malviviendo con el dinero que obtenía de sus actuaciones teatrales. No fue hasta los treinta años cuando empezó a ser conocida, con su espectacular número de danza. En él vestía una larga falda, que movía emulando un aleteo mientras aparentaba estar hipnotizada. Esa “danza serpentina” causó furor en Europa, donde se instaló en 1892. En ese momento se cambió el nombre por el de Löie. Actuó en el Folies Bergère, donde impresionó al público. En su espectáculo, ondulaba los cientos de metros de seda de su vestido transparente, sin un corsé que cubriera su cuerpo.

Además, patentó una serie de compuestos químicos para producir efectos especiales de color sobre su ropa, y utilizó por primera vez sales luminiscentes para crear trucos de iluminación. Entre sus amistades se encontraban Pierre y Marie Curie. Con ellos compartía sesiones de espiritismo, a las que acudía también un amigo común, el astrónomo Camille Flammarion.

Su danza fantasmal cautivó a poetas, pintores, escritores de la época, el zar de Rusia o el Káiser de Alemania. Entusiasmó también a la reina María de Rumanía, con la que mantuvo una amistad muy estrecha e intima. Su relación protagonizó un escándalo en la prensa. La reina no fue la única mujer en su vida, Gabrielle Bloch, una bailarina dieciséis años menor, compartió treinta años de su vida.

Los hermanos Lumière la filmaron sobre el escenario. Y ella misma produjo e interpretó un corto; “Danza de Fuego”, en el que bailaba mientras unas luces se proyectaban sobre su ropa, dando la impresión de que el fuego lamía su cuerpo.

Loïe fue una pionera de la danza moderna. Preparó el terreno para los próximos bailarines como Isadora Duncan. No tenía ninguna formación en ballet clásico. Fue una de las artistas mejor pagadas de su época. Después de su muerte por neumonía, cuando contaba con 65 años, nadie se volvió a acordar de ella.