EL CONDE DE VILLAMEDIANA, ISABEL DE BORBÓN Y FELIPE IV
En 1601
se casó con Ana de Mendoza, al poco tiempo sus amores con la condesa del Valle,
lo obligaron a dejar la Corte por algún tiempo. Se fue a Génova, donde tuvo
mucho éxito como poeta, también perdió una fortuna en una sola noche por su
afición al juego. Regresó a Madrid, y de nuevo fue desterrado por motivos
parecido. En 1617 volvió a Madrid, se dedicó a burlarse de muchos personajes de
la época, entre ellos Quevedo.
Se rumoreaba
que estaba enamorado de la reina Isabel de Borbón. Cuentan que estando una tarde
la reina en el balcón, sintió que dos manos le tapaban los ojos. Su respuesta
fue: “¡Estaos quieto conde!”. Su esposo el rey Felipe IV, no sospechó nada, ya
que él también era conde de Barcelona. En otra ocasión, después de la lectura
de unos poemas amorosos del conde, la reina le preguntó a quién iban destinados
esos versos, Villamediana le pidio un día de plazo, al día siguiente le envió
de regalo un espejo, con unos cuantos poemas más. Llegó un momento en que el
rey sospechaba de ambos.
La hostilidad
entre ellos empeoró a partir del 15 de mayo de 1622, cuando se celebró en
Aranjuez una impresionante fiesta en la que se representó “La gloria de Niquea”,
una comedia escrita por Villamediana con prólogo de Góngora. En ella aparecán
seres mitológicos sobre carros de cristal, una chica que volaba sobre de un
águila dorada y árboles que se abrían y descubrían jóvenes cantantes escondidas
en los troncos. Las actrices eran las doncellas de la corte, y hasta la reina
tuvo un papel destacado en la obra.
Al terminar
la representación, los reyes y la corte se trasladaron al Jardín de los Negros,
donde se había levantado otro escenario para representar una segunda obra. Esa obra
era “El vellocino de oro”, de Lope de Vega. Durante la representación una
antorcha cayó sobre una cortina y el fuego se propagó rápidamente. Villamediana
tomó en sus brazos a la reina llevándola a palacio, y parece que tardó
demasiado en llegar. Esto basto para que las malas lenguas aseguraran que había
sido él mismo el que había provocado el incendio para poder abrazar a la reina.
A partir de ese momento Villamediana dedicó casi todos sus poemas a una
enigmática mujer que podría ser la reina Isabel.
La muerte
le sobrevino, en la calle Mayor, el 21 de agosto de 1622, de la mano de un
desconocido que le clavo una espada, que le paso del costado izquierdo al brazo
derecho. Iba en coche en compañía de don Luis de Hari, hijo mayor del Marqués
del Carpio. La opinión general decía que fueron el rey o su favorito los que promovieron
el asesinato de Villamediana. No se averiguó mucho más.
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