20 de diciembre de 2013

ORIGEN DEL AJO


El ajo ya se conocía hace 6.000 años. Se cree que su origen es el desierto de Siberia y que las tribus nómadas lo llevaron a Egipto a través de Asia Menor. De allí viajó a la India a través de las rutas comerciales que se dirigían al Lejano Oriente, después llegó a Europa occidental.

Los mercaderes fenicios y los marineros vikingos lo llevaban en sus viajes para fortalecerse y tratar muchas enfermedades. Para culturas como la india, la babilónica, la griega, la egipcia, la rusa, la hebrea y la china, el ajo era muy importante en su vida, tanto como la sal. Los chinos, según contaba Marco Polo, utilizaban el ajo para conservar la carne cruda.

En el antiguo Egipto por 7 kilos de ajo se compraba un esclavo. Hasta mediados del siglo XVIII, los siberianos pagaban sus impuestos con ajo; quince cabezas por hombre, diez por mujer, y cinco por cada niño.

Para el pueblo egipcio el ajo representaba al Cosmos, la piel exterior, las distintas fases del cielo y del infierno, y la disposición de los dientes, el sistema solar. Comer ajo simbolizaba la unión del hombre con el Universo, ya que nutría el cuerpo y el espíritu. También los utilizaban en el proceso de momificación y lo enterraban con sus muertos. En la tumba de Tutankamón se encontraron seis dientes de ajo.

Cuando se generalizó su empleo, el ajo fue un indicador de las clases sociales. Los aristócratas y el clero lo despreciaban, en cambio, las clases menos pudientes lo valoraban tanto como alimento, como medicina. Raspail, autor francés, lo llamó “el alcanfor de los pobres”.

Durante la epidemia de Inglaterra en 1608, unos sacerdotes franceses visitaron a los enfermos y no se contagiaron gracias al ajo. Los sacerdotes ingleses, que no lo tomaron, murieron.

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