30 de noviembre de 2013

REPRODUCCIÓN DE LIBROS EN LA ANTIGUA ROMA


La cultura de Grecia tuvo una gran influencia sobre el Imperio romano, tras su caída en el siglo II a. C., Roma cayó bajo el influjo de la cultura helénica. Los libros griegos se extendieron a miles en Roma. Incluso se trasladaron a Roma algunos traficantes griegos de libros. Eran editores y vendedores a la vez. Muy pronto el negocio de los libros empieza a organizarse.

Para poder atender a la producción de las reproducciones de libros, rápidamente y a gran escala, los empresarios del libro, se nutren de personal especializado, muchos de ellos esclavos, griegos sobre todo, éstos eran muy solicitados y caros (100.000 sestercios) era lo que costaba un “servus literatus”.

Estos esclavos eran también maestros de caligrafía para los niños. A pesar de ser esclavos cobraban por su trabajo, los salarios eran bajos en tiempo de los primeros emperadores, más tarde mejoraron. Diocleciano, en un edicto, fijó el máximo que había que pagar por 100 líneas de la mejor escritura 25 denarios. Para un trabajo más humilde, cobraban 20 denarios. Además había esclavas que eran expertas en la reproducción de libros.

Las reproducciones comerciales se hacían de tal manera que varios copistas podían trabajar a la vez. Uno dictaba y los otros escribían. En unos cuantos días lanzaban al mercado cientos de ejemplares de un nuevo libro. Sin embargo, a pesar de esas grandes producciones y los salarios bajos de los esclavos, la fabricación era muy cara. Por esa razón los empresarios querían rapidez en el trabajo de reproducción.

Esas “prisas” traían como consecuencia muchos errores de los copistas. Muchos autores y lectores se quejaban de esas erratas. Cicerón se mostraba indignado que hablaba de “libros llenos de mentiras”. Le decía a su hermano: “Ya no sé dónde buscar los libros latinos, tan pecadores son los que se venden en plaza”. También se achacan esos errores por ser los copistas griegos y no conocer el idioma.

Los lectores también buscaban los ejemplares más correctos. Cuando querían comprar volúmenes antiguos, consultaban a los expertos. Grandes cantidades de volúmenes se vendían también a las numerosas bibliotecas públicas.

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