15 de abril de 2021

EL MITO DE PIGMALIÓN

 

Pigmalión era fenicio y rey de una colonia fenicia de Chipre, su nombre real fenicio era Pumayyaton. Su fama no le viene por ser rey, sino de su talento de artista escultor y del prodigio de una de sus obras. Fue capaz de hacer con sus manos verdaderos milagros.

Pigmalión tenía un complejo, estaba traumatizado por haber sido testigo de la perversidad de la Propéticas, unas fenicias a las que Venus acabó convirtiendo en piedras. Convencido de que la maldad vive en el corazón de toda mujer.

Pigmalión estaba soltero. Llevaba mucho tiempo sin compañera de lecho, cuando su instinto reprimido le impulsó a poner todo su talento de artista en una figura de marfil, de una perfección inusual, inalcanzable por cualquier mujer nacida de madre. La llamó Galatea.

Se enamoró perdidamente de su obra. El rostro de la estatua era el de una virgen, era tan real, que parecía que vivía y quería moverse. En el pecho de Pigmalión se encendió el deseo de poseer aquel cuerpo. Lo tocaba con la mano, inseguro de si era marfil o carne lo que sus dedos palpaban, lo besaba y creía que ella le devolvía el beso, lo abrazaba y…

El día de la fiesta de Venus, Pigmalión pidió a la diosa que le diera una mujer igual que su figura de marfil. La llama del sacrificio que acompañaba a su súplica se encendió de manera prodigiosa, era la señal de que la diosa accedía. Corrió a su casa, se arrojó sobre la figura tendida en la cama y la cubrió de besos. La figura empezó a entrar en calor y cobra vida…

La historia tiene un final feliz. Al cabo de nueve lunas, la mujer dio a luz a una niña, se le impone el nombre de Paphos, quien, a su vez, se lo dará a la isla de Chipre, reino de Afrodita.

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