6 de abril de 2021

EL CHEF FERNAND POINT

 

Fernand Point (1897-1955) trabajó con su padre Auguste Point, que tenía un pequeño restaurante en Louhans. Fue allí donde su abuela y su madre, ambas excelentes cocineras del Cordon Bleu que les otorga el premio a las mujeres chefs de excelencia culinaria, lo introdujeron en la cocina desde muy pequeño.

Su padre, al darse cuenta del gran potencial de Fernand, decidió viajar a Lyon, donde quiso abrir un restaurante. Tras el fracaso, Fernand viajó a Viena y compró un restaurante en 1923, donde ya habían oído hablar de él y logró mantener el restaurante durante 20 años.

Fascinado por las figuras piramidales, nombró “La Pirámide” a su restaurante y lo utilizó como su símbolo, aparecía en sus menús, la mantequilla tenía forma de pirámide, al igual que los pastelillos y otros muchos platos.

Fernand creía que la gran cocina no debe ser estática. El cocinero debe ser creativo y debe construir sus platos, modificándolos y refinándolos, cambiando sabores, así que de esa manera comenzó una nueva cocina para el siglo XX. Además estableció que el cocinero no debe estar siempre en la cocina, sino ir al comedor y hablar con los comensales, para saber sus gustos, incluso cenar con ellos.

Su matrimonio en 1930 ayudo a aumentar la buena reputación del restaurante, ya que su esposa se volcó en él: supervisaba el servicio en el comedor, llevaba los libros, pagaba las cuentas y escribía el menú diario.

Fernand compró un terreno junto al restaurante y creó un huerto donde sembró flores y hortalizas. El restaurante tenía los mejores vinos, la mejor vajilla, el mejor servicio. Él mismo se levantaba cada día a las 4,30 de la madrugada para comprar los mejores productos. Uno de sus libros más importante es el de sus memorias, llamado “Mi gastronomía”.

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