EL DÍA A DÍA DE UN SUMO SACERDOTE EGIPCIO
Antes del alba, el sacerdote, para estar puro, se bañaba en el lago sagrado del templo, se afeitaba todo el cuerpo y hacía gárgaras con una solución de natrón. Después se vestía con una toga de lino y sandalias de caña. Al amanecer el sumo sacerdote se dirigía al altar y despertaba en su estatua al espíritu del dios. Después limpiaba la estatua, le daba ungüentos y la vestía. Después le ofrecía manjares, mientras quemaba incienso para purificar el ambiente.
Antes del mediodía, una vez que el dios había tenido sus ofrendas de comida, estas se convertían en el desayuno de los sacerdotes. Después el sumo sacerdote se volvía a bañar antes de regresar ante los dioses. Al mediodía, el sumo sacerdote volvía al altar, esta vez quemaba resina de mirra y rociaba con agua los lugares sagrados para purificarlos.
Por la tarde, para mantener la pureza de los rituales, los sacerdotes tenían que bañarse una vez más antes de regresar en presencia de los dioses. Al ocaso, el sumo sacerdote se colocaba ante el altar para poner a descansar al espíritu del dios. Quemaba incienso para crear un ambiente relajado.
Por la noche, los sacerdotes tenían que bañarse dos veces al día y dos veces por la noche; el cuarto baño mantenía la pureza de los rituales. Mientras, los astrónomos vigilaban el cielo de la noche desde el observatorio, que se encontraba en el techo del templo. En distintos momentos del día realizaba numerosos rituales según dictaran los astrónomos que medían escrupulosamente el tiempo mediante clepsidras o relojes de agua.
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