LA SEGUNDA LUNA DE FRÉDÉRIC PETIT
En 1846, Frédéric Petit, director del observatorio de
Toulouse, anunció que se había descubierto una segunda luna de la Tierra. La
habían visto dos observadores, Lebon y Dassier, en Toulouse, y un tercero,
Lariviere, en Artenac, durante la mañana del 21 de marzo de 1846.
Petit descubrió que la órbita era elíptica, con un período
de dos horas, cuarenta y cuatro minutos y cincuenta y nueve segundos; un apogeo
de 3570 kilómetros y un perigeo de 11,4 kilómetros. Urbain Jean Joseph Le
Verrier, astrónomo francés, que estaba en la audiencia cuando Petit lo anunció,
murmuró que se debería tomar en cuenta la resistencia del aire, algo que no se
podía hacer en ese momento.
Petit insistió con la idea de una segunda Luna y, quince
años más tarde, anunció que había hecho cálculos sobre una pequeña luna de la
Tierra que causaba algunas peculiaridades en el movimiento de la Luna.
Los astrónomos ignoraron esa afirmación y la idea no hubiera
llegado a más si un joven escritor francés llamado Julio Verne, no hubiese
leído sobre el tema. En la novela De la Tierra a la Luna, Verne habla sobre la
existencia de esa segunda Luna que descubrió Petit. Los astrónomos aficionados
se convencieron de que era una buena oportunidad para conseguir fama; quien
descubriese una segunda luna vería su nombre en los anales de la ciencia.
Ningún observatorio verificó la segunda luna de la Tierra,
si lo hicieron, lo mantuvieron en secreto. Los aficionados alemanes
persiguieron lo que llamaron “Kleinchen” o lo que es lo mismo “bocadito”, nunca
lo descubrieron.
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